
Columnista
Noticias de la guerra (mundial) de Ucrania
El tipo está parado en el amplio patio, rodeado de un centenar de reclusos. A primera vista parece el director de la prisión, tal la soltura y el modo imperativo con que interpela a los hombres. Pero no es una autoridad penitenciaria, sino un empresario privado…

"Represento a una compañía militar privada. Deben haber oído hablar de la compañía Wagner. Esta guerra es difícil, no se parece en nada a las guerras afgana o chechena, tengo un gasto en municiones dos veces y media superior al de Stalingrado (…) El primer pecado es desertar: nadie retrocede, nadie se retira, nadie se entrega a la captura (…) se les informará acerca de dos granadas que deben llevar cuando se rindan. El segundo pecado es alcohol y drogas: en la zona de combate, los seis meses que estén con nosotros, siempre estarán en zona de combate (…) Y el tercer pecado es el saqueo, incluidos los contactos sexuales, con mujeres locales, flora, fauna, hombres, cualquiera (…) Los primeros convictos sirvieron conmigo el 1 de junio, en el asalto de Vuhledar: 40 de San Petersburgo, régimen estricto, reincidentes (…) hubo 3 muertos y 7 heridos. Entre los muertos, uno tenía 52 años, y había estado 30 años en la cárcel. Murió como un héroe…"
Los modernos mercenarios son llamados "contratistas" por el Pentágono, igual que quienes proveen de armas u otros insumos al ejército de EEUU. En Rusia no les dan ese nombre, pero el representante de la compañía rusa de mercenarios Wagner, que anda reclutando tropa en las prisiones, ofrecía a los convictos un contrato de seis meses para pelear en Ucrania. Si no los mataban, al término del plazo regresarían a la libertad y con patente de héroes: arriesgar la vida a cambio de 20 o más años de prisión no parece un mal negocio para los presos. Otro calificativo corresponderá al negocio que Rusia está haciendo con su invasión a Ucrania.
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Tormenta perfecta en Járkov
Desde el principio de la invasión, todos los analistas militares del mundo señalaron las debilidades rusas: falta de mando unificado, fallos de suministro, baja calificación de los combatientes, numerosos errores tácticos. Todo ello, producto de la composición de las tropas enviadas al frente: una pequeña parte del ejército regular, otra parte de la Rosvgard (una especie de gendarmería), otra parte de chechenos "Kadyrovtsys", otra de la PMC Wagner (la que ahora recluta en cárceles), y por último las milicias de Donetsk (DPR) y las de Lugansk (LPR), las dos regiones ucranianas separatistas que buscan unirse a la Federación Rusa. Putin decidió que se trata de una "operación militar especial" y no de una guerra, por lo que en Rusia no hay movilización general ni la economía está supeditada al esfuerzo bélico.
Ucrania, en cambio, decretó la movilización nacional desde el primer día, y desde antes del primer día recibe armas y entrenamiento de la OTAN, principalmente de EEUU y secundariamente de Europa. Semejante diferencia tendría que manifestarse en algún momento, y ello sucedió en la primera quincena de este mes.
El ejército ucraniano lanzó una contraofensiva en el sur, en Jérson, la región que antecede a la estratégica península de Crimea. Con un gasto enorme de armas y hombres logró avanzar unos kilómetros, y obligó a Rusia a desplazar tropas de refuerzo desde el frente norte, Járkov. Precisamente allí, con mucha discreción logística y gran trabajo de inteligencia (provista por EEUU), Ucrania había acumulado tropas para lanzar otro golpe táctico notable. En un ataque masivo, en solo una semana lograron capturar tres ciudades clave –Balekliya, Kupyansk e Izium, sedes administrativas y logísticas de la ocupación rusa- y recuperar 8.000 km2 de territorio.
El impacto militar fue enorme, con una múltiple acción propagandística: hacia adentro, para fortalecer la moral de la tropa ucraniana; hacia las potencias occidentales, para reclamarles más apoyo militar y económico; hacia Moscú, para multiplicar las dudas sobre la conducción de la invasión y los cuestionamientos al presidente; hacia el entorno ruso en el Cáucaso y en Asia central, para hacer resurgir enfrentamientos fronterizos (Azerbaiyan-Armenia y Kirguistán-Tayikistán); y por último hacia dos principales aliados de Putin, China e India, que manifestaron su "seria preocupación" al presidente ruso en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai reunida en Uzbekistán esta misma semana.
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Más guerra
Lo cierto es que la estratégica movida de Ucrania y sus asesores de EEUU se produjo justo cuando comenzaban a sentirse los primeros efectos del cansancio y las contradicciones que la guerra inyecta en el bloque europeo, el que más tiene para perder con la guerra Rusia-OTAN (después de los ucranianos, por supuesto).
Había habido grandes protestas populares contra las restricciones en la República Checa y en Alemania, y disidencias sobre las importaciones desde Rusia de los gobiernos de Hungría y en Serbia. El golpe del ejército ucraniano en el noreste, justo antes del temido invierno, compromete a todos a proseguir en el esfuerzo de guerra, en la búsqueda de una ilusoria "victoria total" como la que promete Zelensky, quien ahora rechaza con mayor razón cualquier negociación.
En Rusia, Putin ya avisó que "nuestra operación especial recién está comenzando", en un intento por frenar a los ultras -aliados y opositores-, que reclaman la declaración formal de la guerra y la movilización general del país. Repentinamente, en la censurada tv rusa las voces discordantes con la conducción de la guerra –y del país- brotaron como hongos tras la lluvia. Para más gloria, los aliados asiáticos de Rusia, que nunca estuvieron del todo de acuerdo con la guerra, le pusieron los puntos y le exigieron "resultados". "Sé que la era de hoy no es una era de guerra, y he hablado con usted sobre esto", le dijo el indio Narendra Modi a Putin ante las cámaras de tv en Samarcanda, Uzbekistán.
En cualquier caso, tanto desde la parte rusa como desde la OTAN, se promete más y no menos guerra. EEUU celebra el éxito de su artillería HIMARS en el frente de Járkov y promete más y mayores envíos a Ucrania, mientras que Putin anunció la compra de más drones iraníes (sorprendentemente tan efectivos como los turcos) y de artillería pesada de Corea del Norte.
(Im)previsibles consecuencias
La ofensiva en Járkov ha permitido a los ucranianos recuperar menos del 10% del territorio que Rusia mantiene ocupado (unos 120.000 km2). Sin embargo, ha desatado un terremoto político en Rusia que pone a Putin en la mira de propios y extraños, y una gran expectación en todo el mundo.
Veamos, por ejemplo, el balance que el Financial Times hizo esta semana: "Los avances limitados de Rusia en los últimos seis meses, tuvieron un costo terrible. EEUU estima que sus muertos y heridos son de 70 a 80 mil bajas en un ejército de 200 mil soldados (...) La provisión de armamento avanzado por parte de EEUU y la UE hace que el ejército ucraniano esté mejor equipado que el ruso (…) Las opciones de Putin son limitadas y poco gratas. Como otros líderes en el pasado, Putin espera que lo rescate el invierno. El corte de gas a Europa busca congelar el apoyo a Ucrania. Lo ayudaría un invierno más riguroso o el estallido de protestas políticas. (…) La posición del dirigente ruso se ve peligrosa".
A tal punto es así, que los editorialistas del medio británico citan a estrategas políticos y militares europeos que piden a la OTAN "que no se extralimite" en su ofensiva contra Rusia: capturar la base naval rusa de Sebastopol en Crimea, o bombardear ciudades rusas fronterizas con Ucrania, o promover atentados o incluso golpes de estado en Moscú, "puede liberar demonios encerrados", dicen.
Cuando explicitan el carácter de esos demonios, la advertencia se hace más temible: "Rusia sigue siendo una potencia nuclear" y "No hay ningún motivo para pensar que, si Putin cae, el régimen que lo sucederá vaya a ser menos malo que el suyo, más bien lo contrario". Al fin de cuentas, el actual presidente fue el que hace 20 años evitó la desintegración de Rusia en múltiples cotos de caza de bandas mafiosas, traficantes y terroristas.
Polvorines
Sobre estos polvorines –la Europa de las restricciones energéticas y los eventuales estallidos sociales por un lado, y la Rusia con perspectivas de caos y guerra civil por otro- opera la alianza militar liderada por EEUU mientras prepara su asalto a China.
La guerra mundial toma formas de guerra comercial, política, económica, según el momento y el lugar, pero siempre tiende a la catástrofe armada. Cada nueva "solución" que los gobiernos intentan, origina nuevos y mayores problemas. Como reclutar mercenarios en las cárceles y llevarlos a la guerra, con la promesa de liberarlos como héroes en la ciudad si no se quedan como cadáveres en el frente...
