Juegos de guerra en el país de Chernobyl
"Nuestras juergas ahora han terminado. Estos, nuestros actores, como os dije, eran todos espíritus, y se disuelven en el aire, en el aire fino" (Shakespeare, "La tempestad")

La ley de la República de Roma prohibía que las legiones cruzaran el río Rubicón hacia la ciudad, para proteger a la capital de los golpes de Estado. Toda ley, mientras persisten las condiciones en las que fue sancionada, crea una ilusión de invulnerabilidad, para ella misma y para el orden que pretende conservar. Cuando la situación cambia, "todo lo sólido se desvanece en el aire", como escribiera Marx, parafraseando a Shakespeare, en su Manifiesto. Y nuevos hechos y nuevos actores vienen a reemplazar a los hasta hoy conocidos.
El primero que cruzó el Rubicón con sus tropas fue Julio César, y con ello no solo rompió la ley, sino que desató la guerra civil que iba a destruir a la República y dar origen al Imperio. El cruce del Rubicón, la violación de la ley, marca el punto sin retorno del que parten los hechos que habrán de dar lugar al surgimiento de nuevas realidades y nuevos actores que se proponen escribir nuevas leyes a su imagen y semejanza. El Rubicón de nuestros días se llama Ucrania.
Una campaña publicitaria para la guerra
Desde hace más de tres meses los medios de comunicación occidentales sostienen, un día sí y otro también, que Rusia se propone invadir Ucrania. Al principio, el propio gobierno ucraniano descartó esas versiones: dijo que eran "propaganda psicológica" de los rusos. Pero poco después, Ucrania movió sus propias tropas hacia el Este -según el Kremlin, 125.000 soldados-. A continuación, el gobierno de EEUU "filtró" informes de inteligencia que decían que Moscú tenía ya 175.000 soldados en la frontera ucraniana.
Putin demandó "garantías vinculantes" de que Ucrania no ingresaría jamás en la alianza militar occidental, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), liderada por EEUU. Joe Biden respondió de inmediato que él no aceptaría que nadie le pusiera "líneas rojas" (ni un "Rubicón"). Prosigue el asunto hasta estos días, bajo una montaña de informes periodísticos, declaraciones oficiales, reuniones diplomáticas, apelaciones a la "soberanía", a la "democracia" y a la "libertad", de parte de un bando u otro, que hacen olvidar las razones de fondo del conflicto.

Intereses económicos, politicos, geoestratégicos
La primera que entre tanta hojarasca se atrevió a mencionar un asunto de fondo fue la flamante ministra de Relaciones Exteriores germana, Annalena Baerbock: dijo en diciembre que el recién terminado gasoducto Nord Stream 2, destinado a transportar el gas ruso por debajo de las aguas del Báltico hacia Alemania, "podría no ser habilitado", para presionar a Moscú.
En un juego de mentiras, la revelación de una verdad puede causar estragos. La declaración de Baerbock hizo saltar de inmediato el precio del gas, a las puertas del invierno europeo, para disgusto de los hogares y los industriales germanos, y beneficio de los oligarcas rusos. De poco sirvió que el gobierno de EEUU "filtrara" nuevamente a los medios que no prevé incorporar a Ucrania a la OTAN hasta por lo menos 2030. Aún si así fuera, una "tregua" de la Casa Blanca con el Kremlin no sería más que un intento de ganar tiempo.
Porque la carta del gas ya está boca arriba sobre la mesa: Putin sabe que Biden aspira a vender el carísimo gas del "fracking" estadounidense a Europa, haciéndole pagar al Viejo Continente las "inversiones" militares de EEUU en la OTAN y bloqueando uno de los principales ingresos de la economía rusa. Este juego de "ganar-ganar" que pretende Washington requiere realinear todo el tablero geoestratégico europeo, no solo en el aspecto militar, sino también económico y politico.

El cálculo de Moscú es que con su despliegue militar puede "disuadir" (algunos dicen "extorsionar") a las potencias europeas, principalmente a sus principales socios, Francia y Alemania, para que no se encolumnen incondicionalmente tras el histórico hegemón norteamericano. Ambos países tienen fuertes intereses económicos en Rusia (el excanciller alemán Gerhard Schroeder es parte del directorio de la rusa Gazprom, dueña de los principales yacimientos y gasoductos) y una guerra en Europa oriental en los términos que plantea EEUU solo les significaría pérdidas y ruina.
Claro que la crisis que arrastra la Unión Europea avanza a pasos agigantados. No se trata solo del Brexit (y del Reino Unido como principal fogonero de la política de Washington en Ucrania), sino también de que EEUU es el principal financista y proveedor de armas en los países de la antigua órbita soviética, ahora miembros de la OTAN, como podría serlo Ucrania. Estos tienen entre sus intereses prioritarios reformular las condiciones de funcionamiento de la UE, y son los que primero han trasladado tropas y armamento hacia la frontera rusa durante el desarrollo de este conflicto.
Pateando el tablero
Los planes estratégicos de EEUU respecto de Moscú son los mismos desde que se derrumbó la Unión Soviética: la meta central es la balcanización de Rusia, a fuerza de sanciones económicas, como hasta ahora, o con presión militar, o con la guerra misma. Adicionalmente, la consecución de ese objetivo le permitiría eliminar un aliado estratégico de China, próxima etapa de sus planes de reorganización global.
China, por su lado, considera que Rusia debe ser la reserva que le provea recursos cuando llegue el eventual bloqueo naval norteamericano, que ya se insinúa en el Mar del Sur de la China (el rearme de Japón y Taiwán, y la triple alianza "AUKUS" -Australia, Reino Unido, EEUU- así lo preanuncian).
El desarrollo de esta estrategia ya ha convertido a las exrepúblicas soviéticas en torno a Rusia en nuevas bases de la OTAN, y Ucrania sería la guinda de la torta. La instalación de misiles o armamento nuclear estadounidense en terreno ucraniano amenazaría la propia existencia del Estado ruso, por lo que muchos la comparan con la crisis de los misiles en Cuba (1962), pero al revés.

¿Y Ucrania?
La economía ucraniana estaba orgánicamente integrada a la rusa en la época de la URSS. La oligarquía que se apropió de las fábricas y las minas desde 1991 tiene un carácter parásito y mafioso similar a la rusa, aunque conduce una economía que jamás recuperó los niveles previos a la "independencia".
La peregrina esperanza de que una integración en la Unión Europea compensaría los beneficios que antes les proporcionaba la ligazón con Rusia no se ha materializado, en parte porque Europa no encuentra atractivo en invertir en una industria vaciada, atrasada y quebrada. El agro ucraniano, históricamente gran productor, tampoco es bienvenido en la zona euro, saturada de políticas proteccionistas que le suben el precio a cualquier importación (como bien sabemos en el Mercosur).
¿Y Rusia?
Si los planes de EEUU y la OTAN son nefastos, para Europa y para el mundo, nada mejor se puede decir de los rusos. Para Moscú, Ucrania solo vale como "estado tapón" para mantener la distancia con sus enemigos. Si finalmente invadiera ese país, Putin solo estaría mudando sus problemas directamente ante la frontera polaca, donde nuevamente lo esperarían los misiles de la OTAN.
Por eso, en este periodo hubo versiones de un probable golpe de estado en Kiev impulsado por los sectores pro rusos de la oligarquía ucraniana, que la reacción estadounidense obligó a descartar. El despliegue de tropas por parte de Putin quedó así como una riesgosa jugada extorsiva que busca "aliados a la fuerza" en los Estados francés y alemán -como ya se dijo, los más beneficiados con las actuales relaciones económicas.
En cambio, Moscú no tiene nada que ofrecer a Ucrania, donde por el contrario solo ve una onerosa necesidad geoestratégica. Tan es así, que Putin amaga con cajonear por tiempo indeterminado la iniciativa del Parlamento ruso de anexar las regiones prorrusas del Donbass, que desesperan por integrarse a Rusia con la ilusión de obtener protección militar y económica.
Callejón sin salida a la vista
Es ambicioso el objetivo estratégico de la OTAN de abrir completamente el territorio ruso al capital financiero internacional, para incrementar su campo de negocios y al mismo tiempo aislar geopolíticamente a China. Pero esto no se condice con la creciente debilidad de su líder, EEUU, que acaba de salir corriendo de Afganistán y pretende lanzar una guerra "por delegación" donde Europa haga todo el gasto.
Putin aspira a asegurarse la neutralidad de sus vecinos e ir a un tratado que garantice la "seguridad" de Rusia, para potenciar sus negocios con toda Europa. La UE, en cambio, considera un acuerdo de ese tipo como una renuncia a todos los beneficios geopolíticos que consiguió hace tres décadas, con el hundimiento de la Unión Soviética y -a su manera, tironeada entre EEUU y Moscú- se propone reformular las relaciones para acceder a las materias primas rusas en mejores condiciones.
Estas metas de ganar-ganar son las que impulsan a todas las partes, que sin embargo temen perder mucho más que lo que dudosamente podrían obtener. Así se ha llegado a este callejón sin salidas a la vista. Como muestran todas las películas de acción, quedarse en el callejón es peligroso, pero salir de él puede serlo mucho más. En tiempos donde todas las certezas se disuelven en el aire, el cruce de ciertos límites equivale a echar la suerte con los dados de la guerra.