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DESESCALADA RELAJADA

Alarmante desapego a las normas más elementales de bioseguridad

El uso de barbijos es cada vez menor, y el distanciamiento prácticamente inexistente. En el microcentro, la exigencia en el comercio sostiene el cumplimiento de las pautas.

A pesar de que la situación sanitaria es aún compleja, y los números marcan que la pandemia en el mejor de los casos tiende mantenerse en un ‘amesetamiento alto‘, el apego a las normas más elementales de bioseguridad que, además, están al alcance de la mano; va en marcado retroceso fundamentalmente en las zonas más alejadas del microcentro de Resistencia.

El distanciamiento social es sistemáticamente ignorado en lugares donde las personas deben formar filas.

Ni la insistencia sobre la importancia de cumplir con pautas tan simples como el lavado de manos, el distanciamiento social y el uso de tapabocas (que pueden elaborarse de manera casera); ni la vigencia del Decreto 1429, que sostiene las prerrogativas básicas de bioseguridad para evitar los contagios logran llegar a una porción cada vez más importante de la comunidad.

La situación es observable a simple vista. De hecho, NORTE lo pudo comprobar en una breve recorrida por el centro de la capital provincial, y por zonas más alejadas.

Tan marcada es la falta de uso de tapabocas en lugares alejados del centro, como el uso incorrecto en la zona más transitada de la ciudad.

El contraste es bastante notorio: sin embargo, en la zona más transitada y controlada de la ciudad,juega un papel importante la obligatoriedad del uso de tapabocas, por caso, a la hora de entrar a los comercios a realizar las compras. No obstante, afuera de los locales, donde los clientes deben aguardar su turno formando filas, el distancimiento social brilla por su ausencia, salvo en honrosas excepciones.

Con el correr de los meses de cuarentena, el uso de tapabocas ha venido cayendo en porciones cada vez mayores de la comunidad.

Abandonada este zona de la ciudad, en dirección hacia cualquiera de los puntos cardinales, la laxitud de los controles y el relajamiento social conforman un combo alarmante ya que el uso de tapabocas va marcadamente en retroceso.