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Sergio Schneider

Director Periodístico

La luz de las estrellas

El Chaco vota hoy por una definición que define buena parte del rumbo de los años que vienen. Sucederá en un contexto de electorados volátiles en los que no todo es lo que parece y para los cuales los mandatos políticos, sociales o  de los entornos próximos tienen un valor cada vez más diluido.

Los cuarenta años transcurridos desde el final de la dictadura militar tuvieron en el Chaco un recorrido que, en materia de dominio político, mostró hasta aquí una sociedad viajando por largas rectas y, de tanto en tanto, tomando curvas inesperadas. 

Nuestra provincia está en el escenario nacional asociada a una imagen de pobreza y atraso. No es agradable decirlo, pero la realidad que vivimos no hace demasiado por desmentirlo. Pero el punto es que aunque esos rasgos suelen ir acompañados, en cualquier territorio, de la existencia de extensas dinastías entronizadas en el poder (como el caso de la vecina Formosa, tan próxima a nosotros en más de un sentido), aquí no ha sido así. Al menos, no del todo.

El Chaco mostró, en estas cuatro décadas, un electorado inclinado a los liderazgos fuertes pero desapegado de los rótulos partidarios. Gobernaron hasta aquí tres fuerzas políticas diferentes, incluida una agrupación local que de la noche a la mañana fue capaz de quebrar el bipartidismo y que logró extinguir su predonimio con igual velocidad.

El primer tramo

El trayecto arrancó el 30 de octubre de 1983, esa fecha histórica en que los argentinos volvimos a las urnas después de siete años de régimen militar, desapariciones, destrucción del aparato productivo, inflación anual de tres dígitos y derrota en Malvinas. Mientras Raúl Alfonsín sorprendía al ganar las presidenciales, ante una nación que descontaba el retorno del peronismo al poder, aquí el justicialista Florencio Tenev vencía al radical Luis León en unos comicios sorprendentemente parejos.

El peronismo renovó en 1987 la permanencia en la Casa de Gobierno con Danilo Luis Baroni, el afable abogado elegido por el PJ para atenuar el desgaste de la gestión Tenev a raíz de un escándalo en una operación de prefinanciación de exportación de durmientes. Baroni, de nuevo por escaso margen, dejó postergado el último intento de León de sentarse en el sillón de Obligado.

Llegó entonces el primer volantazo brusco. En 1991 el peronismo vio morir su invicto electoral a manos de Acción Chaqueña, el partido fundado apenas tres años antes por el coronel José Ruiz Palacios, interventor provincial en la mitad final de la dictadura. Ruiz Palacios, invalidado como candidato por un fallo del Superior Tribunal de Justicia (de mayoría justicialista en aquellos años), dejó la posta al médico Rolando Tauguinas, su compañero de fórmula. Aun con ese cambio forzado, la fuerza ganó los comicios en una definición agónica. La sorpresa era total.

Parecía nacer un nuevo polo de poder, pero la inexperiencia de la casi totalidad de sus cuadros y las peleas internas hicieron que Acción Chaqueña perdiera las parlamentarias de 1993 y las constituyentes del ’94. En el ’95 se derrumbó, y el PJ volvió a poner a Tenev como candidato. Nadie dudaba de su regreso al Poder Ejecutivo. Era además, la era de oro del menemismo a nivel nacional. Pero Tenev, aunque lideró con un amplio margen de votos sobre el resto de las listas, no pudo evitar un balotaje con Angel Rozas, que el radical ganó en un escrutino que se peleó sufragio a sufragio. La provincia volvía a ser noticia para todo el país.

Supremacías XL

Rozas iba a ser la primera hegemonía extra large del Chaco. La reforma constitucional del ’94 le permitió buscar su reelección en 1999, que ganó batiendo por paliza al aspirante del peronismo, un muy joven Jorge Capitanich, que volvió a ser apaleado electoralmente por el radicalismo en 2003, cuando Rozas, impedido de buscar un tercer mandato consecutivo, dejó a Roy Nikisch a cargo de la faena.

La estación siguiente tenía guardado otro momento histórico disruptivo. Capitanich, decidido a ganar la gobernación alguna vez en esta vida o en otra, volvió a la carga. Su tercera nominación tenía toda la apariencia de ir hacia una nueva frustración. El candidato radical era nada menos que el propio Rozas, que volvía al ring para su tercera corona. Pero el postulante del entonces Frente Chaco Merece Más dejó a todos con las bocas abiertas. Se bajaba el telón para doce años de dominio de la UCR.


Lo que vino después está más fresco. Capitanich va por su mandato número tres, mechado con una gestión en medio a cargo de Domingo Peppo, y desea el cuarto. En diciembre se completarán dieciséis años ininterrumpidos del peronismo en el poder. ¿Llegarán a ser veinte o las elecciones de hoy detendrán el contador?

Miradas que cambian

Lo que esos antecedentes muestran es la existencia de una franja independiente que a veces premia, a veces castiga; a veces prefiere las ventajas comparativas de lo conocido y otras evalúa que las incógnitas de lo nuevo pesan menos que las certezas de un contexto aciago.

Los tiempos no hicieron más que acentuar el carácter determinante de ese espacio de votantes, que ni siquiera está contenida en una sola categoría o segmentación. Ni la pauperización social logró debilitar el proceso, sino más bien lo contrario. No son personas de un determinado nivel de ingresos ni de un cierto grado de formación ni exclusivamente de alguna casilla etaria ni de una ubicación geográfica en particular. 

El video viralizado que muestra a Tito López, frente al edificio de este diario, hablando en la calle a sus seguidores para pedirles que no voten a Javier Milei en octubre (y dando por probado que muchos de ellos lo hicieron en las elecciones primarias de agosto), habla muchísimo de este momento. Debe haber pocos espacios políticos más regimentados que una organización piquetera, y sin embargo aun así uno de los principales referentes sociales de la provincia se ve hoy obligado a tratar de torcer la voluntad electoral de su gente. ¿Qué está pasando para que una escena así sea posible?

Gente impredecible

Consultores locales dedicados a medir y analizar la evolución de la opinión pública -lo cual no se limita a hacer encuestas, sino sobre todo a interpretarlas- decían la semana pasada, en off, que su trabajo es cada vez más difícil. "Parece una excusa para justificar cómo fallan a veces los sondeos -decía uno de ellos el miércoles-, pero pasan demasiadas cosas que afectan lo que se mide. Por ejemplo, muchas veces la persona encuestada responde lo que le gustaría hacer, pero no lo que va a terminar haciendo. Les gusta un candidato, y lo eligen en la respuesta al encuestador, pero después, en el cuarto oscuro, eligen a otro. Por miedo, por conveniencia, por diversos factores".

Otro hombre del rubro menciona que además "hay mucho voto escondido, de personas que no dicen lo que realmente piensan y se declaran indecisos sin serlo", y un crecimiento -sobre todo en las áreas urbanas- de la ruptura del mandato familiar en las decisiones electorales de los jóvenes. "Antes los hijos tomaban como referencia el voto de los padres, pero ahora eso ya no es así e incluso en muchos casos se invirtió: son los chicos los que les dicen a los padres qué quieren que voten".

Lo que hay en el fondo es un amplio segmento que vota dándole importancia cero a los enrolamientos partidarios, los posicionamientos de los demás integrantes del hogar y las estrategias tradicionales del marketing político. No significa que el poder de las estructuras y los "aparatos" haya desaparecido, pero está fuertemente licuado. Las PASO de este año lo dejaron expuesto.

Sin embargo, como esos casos de las estrellas que murieron hace decenas de años pero seguimos viendo en el cielo porque sus últimas emisiones de luz aún viajan por el universo y aún no llegaron a nosotros, casi toda la dirigencia continúa hablándole a un mundo que -para bien o para mal- va apagándose o sencillamente ya no existe.

Es la razón central por la cual hoy, más allá de lo que se dice públicamente, nadie conoce cuál será el veredicto que por la noche darán a conocer las urnas. Los candidatos declaran su fe casi como un conjuro, pero el presente es tan neblinoso que no hay manera de ver si adelante el camino sigue en línea recta y el viaje continúa sin sobresaltos o si se produce un sacudón de esos que suceden cuando aparece una curva que no estaba señalizada.