El agua como un derecho humano
La prolongada sequía que afecta a Uruguay puso en riesgo la continuidad en el suministro de agua potable en la capital del vecino país y mostró hasta qué punto el incremento en la frecuencia de eventos extremos con períodos de estrés hídricos más largos en la región obliga a adoptar nuevas estrategias para reducir el impacto de estos fenómenos.
Desde las filas opositoras al oficialismo en Uruguay atribuyen el problema de la escasez de agua potable segura en el área metropolitana de Montevideo a una incorrecta planificación territorial, falta de previsión y al impacto de actividades extractivas con escasa regulación. Pero más allá de las cuestiones que son materia de opinión, algunos datos revelan la gravedad de la situación: la actual sequía que sufre el vecino país es la peor de los últimos 70 años y la escasez afecta a 1,8 millones de personas, aunque ese número podría aumentar si la falta de lluvias se prolonga en los próximos meses.
Fuera de las fronteras uruguayas el asunto reavivó el debate sobre la necesidad de declarar al agua como un derecho humano, es decir, un derecho indispensable para que todos los sectores de la población, sin importar el nivel de ingresos de cada familia, puedan tener una vida digna. En rigor, el acceso universal al agua potable y al saneamiento son derechos humanos reconocidos por la comunidad internacional, derivados del derecho a tener un nivel de vida adecuado. Así lo establece el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales en uno de sus artículos, que obliga a los Estados a adoptar medidas para garantizar el acceso universal al agua potable y al saneamiento para todos. Vale recordar que, en el año 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que reconoce "el derecho al agua potable y al saneamiento como un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los derechos humanos".
Sin embargo, no todos comparten esa visión. En el año 2013, el director ejecutivo de la multinacional Nestlé, Peter Brabeck Letmathe, dijo que consideraba extrema la idea de declarar el agua como un derecho humano y, en cambio, se pronunció a favor de catalogar al líquido elemento como producto alimenticio que debe poseer un valor de mercado. En esa misma línea se mueve el Banco Mundial que, con sus recetas de privatizaciones para países de la periferia, recomienda a los gobiernos impulsar la participación del capital privado en la infraestructura pública relacionada con el agua y el saneamiento.
El organismo plantea que el agua debe ser considerada una materia prima que puede ser vendida y comprada en los mercados, como ocurre con el petróleo o el oro. De ser así, advierten algunos analistas que toman distancia de esa postura, se estará empujando al agua al centro de un entramado de intereses geopolíticos, con todo lo que eso implica para los países con menor peso específico en el tablero mundial. Se estima que, actualmente, cerca del 40 por ciento de la población del planeta padece escasez de agua apta para consumo humano. Según la FAO, en América Latina la disponibilidad de agua por habitante ha disminuido en un 22 por ciento en las últimas dos décadas.
Se trata de un recurso estratégico que está presente en casi todas las actividades económicas y que cada año tiene una mayor demanda por el crecimiento de la población. Es un tema que está presente en distintos foros de debate como el Foro Económico Mundial, que ha incluido a las crisis del agua entre las cinco primeras amenazas para el planeta, según la lista de Riesgos Globales que elabora cada año.
Por otra parte, estudios predictivos realizados por Naciones Unidas advierten que fenómenos de sequía extrema podrían empujar a casi 700 millones de personas a emigrar de sus países en 2030. En 2008, el gobierno de los Estados Unidos recibió el informe "Tendencias mundiales 2025: un mundo transformado", preparado por el Consejo Nacional de Inteligencia donde ya se advertía que "la falta de acceso a suministros estables de agua está llegando a proporciones sin precedentes en muchas regiones del mundo" y alertaba que la rápida urbanización y crecimiento de la población en algunas naciones podría agravar la situación. Se trata, sin dudas, de un asunto al que hay que prestar más atención.