Agricultor de alma
La agricultura juega un rol preponderante en la alimentación del mundo, se sabe. Sin embargo, es el agricultor el que pone el pecho cada mañana y emprende una jornada cargada de situaciones que ni él sabe cómo afrontarlas, luchando con el clima, con los precios y, por si fuera poco, con las medidas que a veces toman los gobiernos.
En medio de la pandemia por el coronavirus, el rol de los agricultores tiene un alto significado y ha sido esta labor la que se mantuvo firme y no bajó los brazos. La parábola bíblica podría adaptarse a lo que sucede con nuestros agricultores chaqueños, el clima y la tierra. El sembrador salió a sembrar trigo -dice la referencia-.
Mientras sembraba, algunas semillas cayeron en el camino. Poco después vinieron unos pájaros y se las comieron. Otras semillas cayeron en un terreno con muchas piedras y poca tierra. Allí pronto brotaron plantas de trigo, pues la tierra era poco profunda. Pero las plantas no vivieron mucho tiempo porque no tenían buenas raíces, y se quemaron cuando salió el sol.

Otras semillas cayeron entre espinos. Cuando los espinos crecieron, apretaron las espigas de trigo y no las dejaron crecer. Pero otras semillas cayeron en tierra buena y produjeron una cosecha muy buena.
El mercado internacional, las condiciones de los consumidores del sudoeste asiático, el clima, y la incorporación de un paquete tecnológico que permitió pensar en siembras en gran escala, hicieron que -apelando a la parábola- la semilla del sembrador cayera en buena tierra y se produjeran cosechas récord en la Argentina en los últimos años, y en cuyo marco el Chaco jugó en las grandes ligas. Y todo porque la semilla cayó en tierra buena.
UNOS SÍ, OT ROS NO
Sin embargo, hay quienes sembraron y sus semillas cayeron en terreno con muchas piedras y poca tierra. Las plantas crecieron rápido, pero no vivieron mucho tiempo porque al no tener buenas raíces, y se quemaron cuando salió el sol. En este segmento, ubicamos a los medianos productores que no pudieron -por las más diversas razones- a un paquete tecnológico para un mejor aprovechamiento de lo que tiene para producir. Muchos vendieron sus campos, compraron casas en la ciudad y ahora son “ex productores”, algunos desocupados. Unos resisten, casi estoicamente, como esperando que las cosas pasen por sí solas.
Otros, tratan de diversificar pero no les alcanza para comprar máquinas nuevas. Pero eso no es todo, hay quienes sembraron en el camino, vinieron los pájaros y se comieron las semillas. Allí ubicaríamos a los pequeños productores, a los minifundistas, a los que siembran una o cinco hectáreas de algodón, pero si no es el picudo que les destruye la esperanza de recolectar, es el clima, o los propios bajos rindes. Y en el mejor de los casos, no le alcanzaría para su propia subsistencia.
EL GIRASOL SE DILU YE
Luego de pasar varios meses sin lluvias en nuestra provincia se nos está yendo la posibilidad de sembrar girasol en esta campaña. “Tendremos un golpe muy fuerte al no contar con un ingreso económico a fin de año que nos sirve como escalón muy importante para continuar con otros cultivos”, dice en voz baja un chacarero de la zona cuando le hicimos una consulta al respecto. Otro de los factores que traerá aparejado este cachetazo del clima a la producción del oleaginoso, es que bajando el área de siembra de forma tan importante también se va a perder un movilizador de la economía de la provincia.