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Privados de casi todo

La pobreza infantil es un fenómeno que corroe los cimientos de una sociedad. Los niños, las niñas y los adolescentes que nacieron en hogares pobres padecen carencias materiales y dificultades en el acceso a los servicios básicos que los transforman en ciudadanos de segunda categoría, que transitarán la vida adulta con escasas o nulas posibilidades de interrumpir la transmisión intergeneracional de la pobreza.

Según el último informe elaborado y publicado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), en todo el país hay más de 4,2 millones de chicos que no tienen garantizado un plato diario de comida. En nuestra región, en tanto, la pobreza alcanza a casi 60 por ciento de los niños, mientras que la indigencia en la infancia llega a casi 11,5%. No hace falta ser un especialista para darse cuenta de que el acelerado empobrecimiento de amplios sectores de la población es un boomerang que se vuelve en contra de la misma sociedad en la que se manifiesta el fenómeno. Solo quienes sufren en carne propia todo tipo de privaciones materiales en una sociedad que, paradójicamente, enaltece el consumo saben lo que significa esa contradicción y lo que se siente vivir en un estado de permanente incertidumbre.

El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos sostiene que las dos emociones básicas de los seres humanos son el miedo y la esperanza. "La incertidumbre es la vivencia de las posibilidades que emergen de las múltiples relaciones que pueden existir entre el miedo y la esperanza. Siendo diferentes esas relaciones, diferentes son los tipos de incertidumbre. El miedo y la esperanza no están igualmente distribuidos entre todos los grupos sociales o épocas históricas. Existentes grupos sociales en los que el miedo desplaza de tal modo a la esperanza que el mundo les sucede sin que ellos puedan hacer suceder al mundo. Viven en espera, pero sin esperanza. Están vivos hoy, pero viven en condiciones tales que pueden estar muertos mañana. Alimentan a sus hijos hoy, pero no saben si los podrán alimentar mañana. Existen, por otro lado, grupos sociales en los que la esperanza desplaza de tal forma al miedo que el mundo se les ofrece como un campo de posibilidades que pueden administrar a su propio antojo", observa de Sousa Santos.

La pobreza en nuestro país, lamentablemente, se ha convertido en un flagelo que golpea cada vez más a amplios sectores de la población y que se traduce en viviendas precarias, trabajos informales y mal pagos, a los que se suman diversas privaciones que afectan, en primer lugar, la vida de los más vulnerables, y al mismo tiempo deteriora el tejido social. En el año 2018, el Observatorio de la Deuda Social de la UCA publicó un informe sobre la pobreza en el que daba cuenta del fuerte impacto que tiene la marginalidad en la mente humana. En ese documento se advertía que (en ese momento) 63,9 por ciento de los pobres indigentes de la Argentina (34,3 por ciento) y de los pobres no indigentes (29,6 por ciento) presentaba un malestar psicológico; es decir un estado en el que se experimentaban síntomas de ansiedad y depresión con un riesgo moderado. Por otra parte, revelaba que 22,8 por ciento de los pobres y pobres indigentes reconocía que sentía "infelicidad" en su vida. Se trataba –según explicaron en ese momento los responsables del estudio- de una percepción de la vida que estaba estrechamente vinculada con el espacio en que se vive. Hoy, una nueva crisis vuelve a golpear a familias vulnerables de nuestra comunidad e impacta con mayor dureza en la vida de muchos niños, niñas y adolescentes. Frente a este preocupante escenario, urge redoblar los esfuerzos en la lucha contra la pobreza y garantizar políticas de primera infancia que se enfoquen en el desarrollo de los pequeños, así como en todas las necesidades de cuidado. Hay que trabajar también para que los adolescentes no abandonen el sistema educativo y para que puedan acceder a los servicios de salud. Es necesario revertir en forma urgente esta grave situación generada por la pobreza y así evitar que en nuestro país se siga hipotecando el futuro de los más chicos.