
Opinión
¿Derrota o resistencia cultural?
Mal que nos pese a quienes luchamos por una educación popular en un país soberano, las políticas educativas que marcaron con su sello y persistencia en el tiempo, los rasgos conservadores y excluyentes de la escuela pública han sido las de signo liberal: la ley 1420 de 1884, de inspiración sarmientina, y la Ley Federal de la década del 90.
Esto no hace más que trazar la pista de los desafíos que implica para el campo nacional y popular poner en serio a la educación de cara al siglo 21.
La magnitud del trabajo por hacer ha podido incluso con la energía y la visión de un gobernador tan activo como Capitanich, que se ha visto superado por la interacción de las relaciones sociales dentro de los campos en disputa (diría Bordieu), a pesar del impulso de las obras de infraestructura que pueden modificar el paisaje sin llegar a "dialogar" con las personas, sus necesidades y expectativas.
Esto nos lleva a la primera conclusión: no alcanza la publicidad institucional para llegar a la comunidad educativa.
Otra conclusión: generalizado error de las autoridades es creer que los sindicatos en los que se parcela la docencia expresan la totalidad y diversidad de la comunidad educativa.
¿CÓMO SE MANIFIESTAN LOS AVANCES EDUCATIVOS DENTRO DEL SISTEMA?
Sabemos que los avances educativos implican procesos lentos, que superan los tiempos de una gestión de gobierno. Esto hace que una gestión como la de Mauricio Macri recorte la inversión educativa, ya que su prioridad era favorecer la fuga de divisas y los negocios de sus amigos con el Estado ("con la nuestra").
Desde una concepción diferente, el Frente de Todos, que recupera salarios docentes, que invierte en material didáctico e infraestructura, que en definitiva considera que la educación es un derecho y no un gasto —como lo entiende la derecha neoliberal—, se encuentra con un gran dilema a la hora de evaluar los procesos educativos: los resultados nunca son los esperados.
Los avances en educación implican procesos lentos que superan los tiempos de una gestión de gobierno.
El rol del docente, por múltiples causas, queda desdibujado y cuestionado ante la magnitud de los desafíos que impone una época de incertidumbre.
Sin embargo, las respuestas en políticas públicas, imprescindibles para dotarlos de protagonismo social, de formación y jerarquización, de espacios institucionales de intercambio y elaboración de proyectos, de fortalecimiento vocacional y acompañamiento profesional, son aisladas, discontinuas y nunca terminan de integrarse al currículum real de las escuelas.
UNA PEDAGOGÍA PARA LA AUTONOMÍA CIUDADANA
Hasta ahora, y frente a la evidencia, el conjunto del campo popular parece desistir de la transformación, se aferra a la escuela pública como espacio inclusivo y con relativo potencial de progreso social, pero más allá de las consignas, la distancia de la realidad, con los fines y objetivos planteados en el artículo 11 de la Ley Nacional de Educación debieran significar un llamado de atención para todes (desde funcionarios, movimientos sociales y sindicatos, hasta la ciudadanía en general).
A la hora de evaluar los procesos educativos los resultados nunca son los esperados.
Por suerte en algunos espacios, diferentes actores sociales, dejan con esfuerzo y compromiso, señales de una pedagogía para la autonomía ciudadana y para una democracia real y participativa.

Profesor en Historia