2022: preparando la guerra mundial
El conflicto bélico en Ucrania no es el resultado sino el anticipo de un nuevo y profundo reordenamiento del tablero socioeconómico-político global en el que la primera potencia mundial tiene la iniciativa. Este año nos dio varias muestras de las violentas transformaciones que ello implica.

Juan Gabriel Tokatlian, doctor en Relaciones Internacionales y vicerrector de la Universidad Di Tella, explicó que "la guerra por delegación que libra EEUU en Ucrania es una guerra contra Rusia". Los sucesivos paquetes de asistencia militar en primer lugar y de abastecimiento logístico en menor medida que votó el Congreso estadounidense treparon -desde febrero a septiembre de este año- de una decena a varias decenas de miles de millones de dólares.
Tan es así, que las fuerzas armadas ucranianas ya han reemplazado completamente el arsenal heredado de la Unión Soviética por armamento de la OTAN, lo que tanto desde el punto de vista jurídico como de facto implica la integración de Ucrania en la alianza militar liderada por EEUU. Justo lo que el presidente ruso Vladímir Putin decía que quería evitar al invadir a su vecino.
Movidas estratégicas
Pero este nuevo avance de la OTAN en el oriente europeo no es el fondo de la cuestión: el hecho trascendente que ha tomado cuerpo este año en el mapa global –al costo de catástrofes sociales que proyectarán sus consecuencias sobre los tiempos por venir- es que está en marcha una profunda alteración de las relaciones económicas, políticas y geoestratégicas a nivel global, por iniciativa de la primera potencia mundial.
En 2019 la Rand Corporation –ese grupo académico que forma a los altos mandos de las FFAA estadounidenses- examinó en su documento "Sobreextendiendo y desbalanceando a Rusia - Evaluación del impacto de opciones que imponen costos" las opciones que EEUU y sus aliados podrían seguir "en áreas económicas, políticas y militares para tensionar, sobreextender y desequilibrar la economía y las fuerzas armadas de Rusia, y la posición política interna y externa al régimen".
La Rand descartaba en ese paper una ofensiva militar estadounidense directa, y proponía atacar "la parte más vulnerable de la nación rusa: su economía", aconsejaba "incrementar las sanciones comerciales y financieras", para lo que se debía presionar "al resto de los gobiernos del bloque occidental para que las aprueben", especialmente a "las potencias de la Unión Europea", aunque con la advertencia de que "las sanciones pueden provocar grandes costes y, dependiendo de su severidad, grandes riesgos".
El primer gobierno europeo que decidió plegarse incondicionalmente a esta movida plagada de "grandes costes y grandes riesgos" fue el de Ucrania. Ese mismo año 2019, Oleksiy Arestovych, entonces y ahora principal asesor del presidente ucraniano Volodymyr Zelenski, en extensa entrevista con el canal de noticias ucraniano Apostrophe.ua, fijó como objetivo central de su gobierno el ingreso en la OTAN.
"Cualquier conversación sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN provocará a Rusia a lanzar una operación militar en gran escala contra Ucrania. El precio para que Ucrania se una a la OTAN será una guerra en gran escala con Rusia", dijo Arestovych.
Ya entonces, EEUU y el Reino Unido aportaban fondos militares, armas e instructores para que el gobierno de Kiev multiplicara bombardeos e incursiones militares sobre las "repúblicas" rebeldes del Donbass. Aquella movida violaba los dos acuerdos de Minsk firmados con Rusia, Francia y Alemania, y la ofensiva sobre los ucranianos de habla rusa dejaría hasta 2021 más de 14 mil muertos en Donetsk y Lugansk, la mayoría civiles. Apenas un anticipo de los "grandes costes y grandes riesgos" profetizados por la Rand Corp.

Energía y golpismo en Alemania
Entre 1989 y 1991, el canciller alemán Helmut Kohl y el premier soviético Mijail Gorbachov negociaron diversos acuerdos para la reunificación alemana. Desde entonces -y hasta los tres lustros de gobierno de Angela Merkel finalizados en diciembre de 2021- el país germano se volvió el mayor inversor extranjero en Rusia y el mayor comprador de su gas. Alemania estaba liderando una forma de relaciones entre la expotencia soviética y Europa que se centraba en una colaboración político-económica que se hacía más estrecha cada día.
La expansión de la OTAN hacia Europa oriental, y principalmente la irrupción de la intervención estadounidense en 2013 con el golpe de Estado en Ucrania contra el presidente prorruso Viktor Yanushenko (que derivó en la anexión de Crimea por parte de Rusia y el inicio de la guerra del Donbass) vino a cuestionar aquella política alemana, y la guerra de Ucrania vino a terminar con ella definitivamente.
El gobierno de coalición alemán (socialdemócratas, verdes y liberales) asumido en diciembre de 2021, venía con una cuña estadounidense insertada: dos de sus miembros (verdes y liberales) se alinearon tras la política de EEUU-OTAN, mientras los socialdemócratas intentaban sin éxito preservar el statu quo de negocios con Rusia.
La crisis política en el gobierno alemán refleja movimientos mucho más profundos, con el tradicional establishment industrial alemán (metalurgia, autos, química) amenazado por el ascenso de los fabricantes de armas y sectores relacionados, y por la necesidad imperiosa de una reconversión energética. Quién está ganando la pulseada puede verse claramente, con los gasoductos Nord Stream clausurados y el presupuesto militar alemán en niveles impensables hace solo un año, tan impensable como que ya estemos presenciado un "rearme alemán" no visto desde 1945.
El 30 de agosto, CNN Business informaba que "Los precios de la energía en Europa siguen batiendo récords, mientras se intensifica la crisis en la región y se avivan la preocupaciones sobre el acceso a la electricidad y la calefacción a medida que se acerca el invierno. Los costos de la energía en Alemania, considerada el punto de referencia de Europa, se dispararon brevemente por encima de los 1.000 euros por megavatio hora este lunes, cinco veces más que en agosto de 2021".

"Uniper, el mayor importador de gas natural de Alemania, dijo el lunes que necesitaría más ayuda del gobierno y solicitó 4.000 millones de euros adicionales. La compañía explicó que tiene poco efectivo debido al déficit en las exportaciones rusas, lo que la obliga a pagar precios de mercado altísimos para llenar los vacíos en el suministro", señalaba CNN.
En tanto, EEUU, uno de los principales productores mundiales de gas, ha capturado en pocos meses una buena porción del mercado del gas en Europa. Ello, a pesar de que sus precios son casi diez veces superiores al del gas que vendía Rusia: es que licuar el gas en EEUU, embarcarlo, cruzar el Atlántico, regasificarlo en España y luego transportarlo al resto de la UE cuesta, naturalmente, mucho más que recibirlo por gasoducto desde Rusia y distribuirlo de igual forma desde Alemania a toda Europa.
"La Navidad pasada hizo 19 grados bajo cero en Berlín. El gobierno dice que este año debemos ahorrar energía y no superar los 20 grados dentro de las casas, de lo contrario habrá cortes en el suministro y todos nos perjudicaremos. ¿Sabes quiénes no se perjudican? Los que nos hicieron cerrar los gasoductos que vienen de Rusia, ellos no se perjudican". La ciudadana berlinesa que decía esto a la tv española tendría unos 50 años, es decir que nació y vivió toda su vida bajo condiciones políticas y económicas que comienzan a desaparecer abruptamente. Las crisis y los dramas sociales que esta inédita situación provocará serán profundos.
Una idea de ello nos la da la noticia de que en la primera semana de diciembre la Justicia alemana ordenó el arresto de 54 personas en 11 estados federados, Austria e Italia, bajo la acusación de conspirar para derrocar al gobierno. Entre los detenidos figuraban el noble Heinrich XIII, exmiembros de las Fuerzas Armadas y servicios de inteligencia, y una jueza de Berlín, exdiputada del Parlamento alemán por la fuerza neonazi Alternativa para Alemania (AfD).
Todos los detenidos integraban la organización de extrema derecha "Ciudadanos del Reich", que pretende restaurar el viejo Reich fundado por Otto von Bismarck en 1871 y refundado en 1933 por Adolf Hitler. Los conspiradores desconocen al Estado federal de Alemania, a sus funcionarios y al gobierno, y habían preparado un plan para copar el Bundestag, tomar de rehenes a diputados y ministros, planeaban boicotear la red energética y promover una guerra civil antes de la Navidad.
Por años, fueron considerados un grupo de marginales "conspiranoicos", pero el plan abortado por la Justicia alemana muestra una trama profunda anclada en el propio Estado. En las listas de detenidos aparecen militares y policías retirados, personajes da la exnobleza alemana, y una jueza en ejercicio en Berlín (Birgit Malsack-Winkemann), candidata a ministra de Justicia en el eventual gobierno de los golpistas.
Las fuentes judiciales mencionaron que el financiamiento proveniente de grandes empresas era una pieza fundamental para el funcionamiento del grupo. Lo que fue visto al principio como un conjunto de delirantes, se mostró luego como una red que involucraba a unas 20 mil personas, coordinada, armada, financiada y con fluidos contactos en sectores estratégicos del Estado.
Vale la reiteración: esta gente aspiraba a hacerse con el gobierno en una Alemania que se apresta a vivir crisis económicas y sociales inéditas desde hace décadas y que acaba de votar su mayor presupuesto militar desde la II Guerra Mundial. Otra muestra de los "grandes costes y grandes riesgos" anunciados por la Rand Corporation.

Armas para Taiwán
Sin embargo, la guerra en Europa no es el final, sino el principio de un camino que conduce al lejano oriente. En agosto, desafiando todas las advertencias lanzadas por el gobierno de la República Popular China, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU, fue a Taiwán en visita oficial. La Casa Blanca desaconsejó el viaje de Pelosi y sostuvo que todavía respeta la política de "una sola China" pactada por el presidente Richard Nixon con Mao Zedong en 1972, que permitió la apertura de la economía china a los capitales occidentales.

La visita de Pelosi es otro paso hacia la preparación de una guerra contra China. Aliados de EEUU, como el Reino Unido y Lituania, anunciaron también que enviarán delegaciones a Taiwán siguiendo el ejemplo de Pelosi, quien en noviembre dejó de ser la presidenta de la Cámara de Representantes. Pero también dejó una serie de leyes en debate (principalmente una conocida como Menéndez Bill), que dan un giro fundamental a la política estadounidense para Taiwán y terminan con los compromisos con China: tomando como ejemplo el modelo israelí, prevén incrementar en forma notable y sostenida la cantidad y calidad del armamento de Taiwán, mediante créditos y ayudas militares y ventas directas a la isla. La idea es que ante cualquier intento militar de Pekín, Taiwán pueda responder con misiles atacando directamente al continente.
Taiwán tiene un valor geoestratégico trascendental. La isla es un eslabón central entre Japón y Filipinas para bloquear y -llegado el caso- aislar a China de las rutas por las que ingresa mucha de la materia prima y petróleo esenciales para su economía.
Para EEUU es "una amenaza estratégica" la reunificación entre Taiwán y China, que ya se encuentran estrechamente ligadas por sus economías. Una de las mayores empresas taiwanesas, Foxconn, principal proveedora de Apple, tiene el grueso de su producción en China continental, donde emplea a 100.000 trabajadores (entre paréntesis, en noviembre hubo masivos enfrentamientos entre trabajadores y policías en la fábrica de Foxconn en Zhenzhou debido a las restricciones por pandemia, uno de los antecedentes que obligó al gobierno chino a rever su política de "0 Covid").
La visita de Pelosi a Taiwán se dio en medio de una escalada militar inédita hasta la fecha. La Armada de EEUU posicionó en aguas al este de Taiwán y entre Japón y Filipinas los buques de asalto anfibio USS Tripoli y USS Essex; dos de sus mayores portaaviones, el USS Ronald Reagan y el USS Abraham Lincoln; y varias escoltas de destructores, cruceros y submarinos.
El gobierno de Pekín desplegó sus portaaviones Lianoning y Shandong, y concentró tropas en gran escala en las costas de la provincia de Fujian, frente a Taiwán. Cuando Pelosi bajó en Taipei, China inició ejercicios militares con tropas terrestres, aéreas y marítimas en torno a Taiwán, en lo que funcionó prácticamente como un bloqueo naval mientras la funcionaria estadounidense estuvo allí.
Ningún analista temió que sucediera ningún incidente serio esa vez, pero tomaron el tamaño de los despliegues militares estadounidense y chino como una medida de lo que podría suceder si estallara un conflicto. Y todos consideraron que tendrá, sin dudas, "grandes costes y grandes riesgos".

El rearme de Japón
La semana pasada el gobierno japonés reveló su plan quinquenal de u$s 320.000 millones de presupuesto militar anual para comprar misiles capaces de atacar a China y prepararlo para un conflicto sostenido. El primer ministro Fumio Kishida dijo que su país será el tercero en el mundo con mayor gasto en armas después de EEUU y China.
"Esto está marcando un nuevo rumbo para Japón. Si se ejecuta adecuadamente, las Fuerzas de Autodefensa serán una fuerza efectiva real y de clase mundial", comentó Yoji Koda, exalmirante de la Fuerza de Autodefensa Marítima, que comandó la flota japonesa en 2008.

El Gobierno comunicó que también almacenará repuestos y municiones, ampliará la capacidad de transporte de tropas y desarrollará herramientas para la guerra cibernética. En su constitución de posguerra, redactada por el gobierno de EEUU en 1945, Japón renunció al derecho de intervenir en conflictos armados y a los medios para hacerlo.
Kishida justificó la decisión en que "La invasión de Rusia a Ucrania es una grave violación de las leyes que prohíben el uso de la fuerza y ha sacudido los cimientos del orden internacional. Por otro lado, el desafío estratégico planteado por China es el más grande al que jamás se haya enfrentado Japón".
El primer ministro prometió "una estrecha cooperación con los EEUU" y otras naciones afines para "disuadir las amenazas al orden internacional establecido". El embajador de los EEUU en Japón, Rahm Emanuel, consideró que "El primer ministro está haciendo una declaración estratégica clara e inequívoca sobre el papel de Japón como proveedor de seguridad en el Indo-Pacífico. Escribió una "D" mayúscula al lado de la disuasión de Japón".
Analistas de la agencia Bloomberg estimaron que el generosísimo presupuesto militar puede ofrecer una vía de salida al estancamiento de la economía japonesa, que ya se aproxima a las tres décadas, y que le ha hecho perder mucho terreno a la que alguna vez fue la segunda potencia económica mundial. Esta probable "vía de salida", naturalmente, implica "grandes costes y grandes riesgos".
Economía china
Solo desde marzo hasta octubre de este año el yuan se había devaluado 13% respecto del dólar. El gobierno chino había dicho al principio que era una "devaluación controlada" para favorecer exportaciones, pero la caída se acentuó por el fuerte aumento de las tasas dispuesto por la Reserva Federal de EEUU para combatir la inflación.

Entonces el gobierno chino ordenó que las instituciones financieras estatales vendieran sus tenencias en dólares y compraran yuanes para revaluar, con lo que se estima que salieron de China u$s 1,7 billones en tres meses (la devaluación también golpeó las reservas del Banco Central argentino, que poseía u$s 19.000 millones en yuanes, por lo que en lo que va del año perdió unos u$s 2.400 millones de reservas).
China, que en la anterior crisis financiera mundial (iniciada en 2008/2009) actuó como "contenedor", ahora funciona como "amplificador". La quiebra del mayor desarrollador inmobiliario chino, Evergrande (que impacta fuertemente en los poderosos fondos Ashmore y BlackRock, en el banco suizo UBS y en el anglo-chino HSBC), la depreciación del yuan frente al dólar y el contexto global de economía de guerra, auguran derrumbes financieros que amenazan su propia moneda y pronostican quiebras en sus socios comerciales, principalmente en Sudamérica y África, a medida que la suba de las tasas de interés va transformando el escenario mundial en una economía de recesión.
El gigante asiático, que con su multitudinaria mano de obra barata actuó en el último cuarto de siglo como la locomotora de la economía mundial, ahora, acosado por conflictos externos e internos, puede volverse un peso insostenible y un generador de crisis: son los "grandes costes y grandes riesgos" de llegar a una posición que el hegemón mundial considera "una amenaza estratégica" para su dominio.

Economía de EEUU
La inflación sigue firme, a despecho de las severas medidas monetarias de la Reserva Federal para controlarla. La suba de precios del 9-10% anual es solo un promedio que oculta marcas mucho mayores en alquileres, combustibles, transporte y alimentos.
La carestía está fuertemente influida por los gastos de la guerra en Europa, de la que EEUU es, lejos, el principal financista. Las tasas de interés actúan más bien como arma de guerra financiera contra el resto de los Estados, que ven cómo sus reservas financieras viajan cada vez más aceleradamente hacia EEUU.
En segundo término, señaló la agencia Reuters, funcionan como "relajantes de la tensión en el mercado laboral": muchas grandes corporaciones con problemas financieros, las tecnológicas sobre todo, están despidiendo trabajadores masivamente. Las tasas también han inducido al desplome del Bitcoin y la quiebra de las empresas de criptomonedas, que antes fueron un ilusorio "refugio" contra la inflación, y sucesivos cortes en las cadenas de financiamiento.
Todo este panorama se mantuvo rigurosamente oculto durante las concurridas elecciones de medio término, que no terminaron de resolver la hegemonía entre demócratas o republicanos, quienes quedaron en un "empate técnico" que hace prever nuevos episodios de golpismo –con Trump o con figuras por el estilo- para destrabar una impasse que sigue dando lugar a situaciones poco usuales.
Por ejemplo, el año comenzó y termina con oleadas de huelgas y procesos de sindicalización nunca vistos en EEUU desde antes de la II Guerra. La redacción del New York Times fue testigo recientemente de un cese de actividades de 1.300 trabajadores (entre periodistas, gráficos y administrativos) que se negaron a dejar el trabajo remoto. El conflicto no se resolvió, y es probable que escale.
En septiembre, 1.000 trabajadores del Aeropuerto Internacional de San Francisco pararon en reclamo de mejores condiciones de trabajo y aumento de salarios. En solo una semana obligaron a la suspensión o desvío de unos 500 vuelos, hasta conseguir una bonificación que sin embargo no cubrió todas sus demandas. En el mismo mes hubo huelgas docentes en Seattle, Ohio, Washington, Mississippi y Alabama, porque se negaban a volver a clases sin aumento salarial y sin una adecuada infraestructura escolar, muy descuidada durante los dos años de pandemia.
El sector de la salud fue –por razones obvias- el que desarrolló el mayor número de huelgas en los últimos tres años, pero sobre todo en 2022: 15.000 enfermeros en Minnesota, 35.000 en San José y Fresno, California; 47.000 en todo el estado de Connecticut; 8.000 en Texas, fueron algunos de los puntos altos, en todos los casos por aumentos salariales y en varios por el reconocimiento de sus organizaciones sindicales.
Este mes, más de 48 mil trabajadores de la Universidad de California, una de las más grandes del mundo, alcanzaron la cuarta semana de la que ya es la huelga universitaria más importante de su historia para conseguir un aumento salarial del 100% en el estado con mayor costo de vida del país.
En Iowa, más de 1.000 obreros de CHN Industrial, una multinacional fabricante de equipos para el agro y la construcción, llevan ya 220 días de huelga, enfrentando no solo a la empresa, sino también al sindicato UAW y a las autoridades de gobierno.
La cereza del pastel es una huelga nacional ferroviaria que nunca sucedió, pero que desde hace tres meses perturba a sindicatos oficiales, gobernadores, y hasta al presidente norteamericano, al punto que Joe Biden acaba de promulgar una ley -aprobada casi unánimemente por demócratas y republicanos- para frenar legalmente el conflicto.

La huelga general nacional de ferroviarios debería haber empezado el 9 de diciembre por votación de cinco de los doce sindicatos de la rama –entre ellos el de maquinistas-. La ley impuso la conciliación obligatoria y la aceptación de un nuevo convenio colectivo "acordado" con las empresas con un aumento del 24% por cinco años -7% retroactivo a 2021 y 18% para este año-, pero no contempla licencias por enfermedad, que era una de las principales reivindicaciones de los trabajadores.
La huelga hubiera paralizado la economía estadounidense en el crucial periodo de Navidad y Año Nuevo. La ley fue una salida intermedia entre los reclamos de los trabajadores y los de las patronales –no solo ferroviarias, porque el sistema de cargas es estratégico en la economía estadounidense, transportando materias primas, petróleo y gas-, por lo que deja disconformidades a ambos lados de la trinchera.
La huelga nacional de los ferroviarios que no fue es parte de un movimiento mucho más general de los trabajadores estadounidenses, que han hecho más de 2.000 huelgas de impacto más o menos significativo desde los momentos más críticos de la pandemia, con amplios procesos de sindicalización, y con un elemento distintivo: en todos los casos la iniciativa partió de las bases, y en muchos casos han superado a las anquilosadas dirigencias sindicales (la ley ferroviaria que debió promulgar Biden es una muestra elocuente de ello).
La galopante inflación (un ácido revulsivo para salarios que no crecen desde la ofensiva reaganista de hace cuatro décadas), combinada con las tendencias recesivas que impulsa la Reserva Federal (banco central) con sus tasas de interés al alza, mientras el Ejecutivo y el Legislativo aprueban una tras otra millonarias partidas militares, anuncian "grandes costes y grandes riesgos" que interpelan a los trabajadores de EEUU.

Militarizar las migraciones
El 24 de junio las fuerzas de seguridad de Marruecos ocasionaron la muerte de al menos 37 inmigrantes subsaharianos e innumerables heridos en la frontera entre ese país y el enclave español de Melilla. Fue cuando un grupo de unos 2.000 hombres desesperados intentó cruzar la valla fronteriza. La mayoría provenía de Sudán y Chad, países que hace años están en guerra, por lo que pretendían solicitar asilo en la Unión Europea.
Las fuerzas de seguridad marroquíes atacaron un campamento de inmigrantes, amenazando a los acampados con más represión si no abandonaban el lugar. La acción provocó el intento de cruzar la valla a la desesperada, lo que terminó en una masacre.
Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, felicitó la acción de las fuerzas de seguridad de Marruecos, señalando que habían evitado "un intento de invasión del territorio español". El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, apoyó tanto a España como a Marruecos, afirmando que "en crisis migratorias hay que tomar decisiones complejas". El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, señaló días después, en la cumbre de la alianza militar realizada en Madrid: "El foco por supuesto está puesto en Rusia y en Ucrania. Pero no debemos olvidar las otras amenazas, incluido el terrorismo o la inestabilidad en el Norte de África".
La tesis de que las migraciones que empuja la crisis mundial deben considerarse "un problema de seguridad nacional" y ser combatidas por los ejércitos como cualquier otro conflicto bélico, habla a las claras acerca de contra quiénes van dirigidas las guerras, y de las catástrofes que los gobernantes calculan que han de producir con tales guerras.

El brutal episodio marroquí es solo uno entre decenas que sucedieron este año. La UE señaló que Europa "debe estar atenta a las consecuencias de la hambruna catastrófica" en el Norte de África, que incrementará la protesta social, y producirá nuevos y mayores desplazamientos internos y migraciones. El documento señala que los países mediterráneos de la UE serán los principales afectados (España, Italia, Grecia).
Ya desde antes de la pandemia, gigantescas olas migratorias de masas desesperadas de todos los continentes superaban lo conocido durante la II Guerra Mundial. Los crecientes movimientos de tropas y pertrechos a la guerra y los aumentos de presupuestos militares –de los cuales la guerra de Ucrania es solo la primera consecuencia- anuncian nuevas hambrunas y conflictos bélicos en diversas regiones.
La crisis global y la guerra como su expresión por excelencia, promueven los poderes autoritarios, que no se corporizan solo como dictadores más o menos estrafalarios, sino fundamentalmente como la militarización de todas las relaciones sociales. La masacre directa o el consentimiento negligente de la muerte de migrantes son dos caras de la misma moneda. Son los "grandes costes y grandes riesgos" que algunos privilegiados han previsto y han decidido hacer pagar a la mayor parte de la humanidad para mantener –o acrecentar- sus beneficios.