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Homenaje a Ernesto Sábato

Con las razones del corazón

En 1998 viví la experiencia inolvidable de conocerlo y conversar con él. El mismo día que cumplió 87 años, Sábato hizo realidad un sueño por muchos años postergado: conocer el Paraguay.

(Foto: Aldo Sessa)

Con pasos lentos pero seguros, en una fría noche del 25 de junio, pisó por primera vez suelo paraguayo el laureado escritor argentino. Un acontecimiento que quedó grabado en la historia literaria del país guaraní, ya que en esa época representaba un símbolo viviente de la literatura latinoamericana.

Sus obras marcaron la cultura y el pensamiento humano de toda una época. Reflejaron la concepción del mundo en que vivió. En este tiempo en que se valoran las cosas por su utilidad y eficacia, y los éxitos se miden más por los beneficios económicos que por la condición humana de los protagonistas, casi no se puede evitar que la lectura de los textos de don Ernesto orienten el pensamiento hacia una reflexión sobre la nuestra vida cotidiana.

Invitado especialmente para inaugurar la Feria del Libro "Asunción ´98", realizada en el centro de actividades León Condou, no fue fácil acceder a una entrevista con él. Su asistente personal y dos custodios de impecable traje negro lo cuidaron todo el tiempo. De hecho, no tenía previsto otorgar entrevistas a ningún medio en su breve estadía en Asunción. Pero, como el que busca encuentra, mientras salí a tomar un poco de aire en la galería del centro cultural, para mi absoluta sorpresa don Ernesto estaba descansando sentado en un banco, totalmente solo. Un regalo de Dios, del Universo, del destino, como quieran llamarlo. Lo saludé y me invitó a sentarme a su lado. 

Al escuchar a uno de los expositores, suspiró y exclamó: "Los países de América Latina están cediendo a la barbarie, perdiendo los grandes valores que identifican a cada nación". Al respecto dijo: "Ahora, lo único que les interesa a los gobernantes es el producto bruto nacional. ¡Qué asquerosidad! Los pueblos menos importantes tenemos que luchar por conservar el humanismo".

Tantos años de dictadura militar impidieron que visitara el Paraguay en anteriores oportunidades. Por eso, afirmó: "Estoy muy emocionado de estar en contacto, por primera vez, con el pueblo paraguayo. Detesto las dictaduras, antes no quería, ni debía, venir".

Reconoció que siempre sintió simpatía por el Paraguay: "Los paraguayos deben sentirse orgullosos por tener una nación que ha sabido tener grandeza, a pesar de sufrir mucho tiempo el flagelo de la dictadura". En un diálogo tranquilo y franco me comentó que conoció Asunción acompañado de unos amigos y autoridades locales. Sus calles le parecieron "hermosas y extrañas". Le llamó la atención la manera irregular en que están plantados los árboles y suplicó: "Por favor, no le permitan a los arquitectos y a los ingenieros que sigan construyendo edificios altos. Asunción es tan bella…".

Sábato junto al escritor paraguayo Augusto Roa Bastos.

Rompiendo moldes

En ocasiones recuerdo haber leído y escuchado por ahí que los períodos de intensos conflictos políticos no son propicios para la literatura. Sin embargo, Ernesto Sábato supo romper los moldes heredados del pasado, enfrentándose con la realidad social, expresando su visión y su forma de entender al hombre. 

Por eso, defendió a la democracia como única forma de gobierno posible para el entendimiento y el progreso de los pueblos: "Nunca me gustaron las dictaduras, ni de derecha ni de izquierda. Prefiero la democracia, con todas las imperfecciones que pueda tener", dijo con firmeza. "Se puede hablar con toda libertad, sin temor a ser perseguido y torturado". 

La vivencia de situaciones de conflicto por las que han pasado los pueblos latinoamericanos le permitieron plantear temas de trasfondo como la soledad, las relaciones sociales, la libertad, el amor. A pesar de los problemas sociales que soportaban en ese entonces, y siguen soportando, los países democráticos en Sudamérica, expresó: "Las cosas no están tan mal, no hay que exagerar. Tanto en el Paraguay como en la Argentina hay indicios de cambios y de mejoría. Tengo esperanza en que los problemas se irán solucionando poco a poco", confirmando lo que escribió en "Sobre Héroes y Tumbas", donde se refiere a la esperanza como "el motor que hace renacer de las calamidades al hombre".

La literatura le ha servido para formular sus ideas, denunciando el estado actual de las cosas. Sin ningún empacho, sostenía que la tecnología de este tiempo está retrasando a las tres cuartas partes del mundo, y se rebeló contra todo eso: "No puedo propiciar nada que atente contra la dignidad humana, y toda esta suerte de tecnología es una calamidad. Una vez, me regalaron uno de esos carísimos equipos de computación. Lo devolví inmediatamente".

Fue un reaccionario de izquierda, por eso se pasó la vida luchando por la justicia social. "A mi edad, digo lo que pienso, nunca he dicho cosas en las que no creo. Por eso, considero que los grandes progresos de la actualidad están deshumanizando al mundo. Permítame decirle que todo eso es una basura, una porquería".

Así fue él, sincero y franco en sus expresiones, convencido de que el escritor debe desnudar la realidad del hombre, descubriendo sus miserias y fracasos y reconociendo la grandeza de sus aciertos y triunfos.

Imprevistamente, nos rodearon su asistente y los dos custodios, que desaprobaron mi charla con el escritor. Mas don Ernesto, con gesto conciliador, les pidió unos minutos más y que le trajeran algo para tomar. Durante su estadía era frecuente verlo con un vaso de whisky en la mano. Ironizando, no dudó en decir que no bebe agua "porque en todo el mundo está contaminada".

Tampoco creía que los héroes de la historia hubieran dicho palabras célebres en el momento de morir. "Los historiadores quieren hacer creer que un hombre caído de su caballo a punto de morir, dijo: "Viva la patria, aunque yo perezca". ¡Que se dejen de pavadas, nadie dice palabras literarias cuando se está muriendo!".

Al mismo tiempo, me reconoció su debilidad por las mujeres. Por eso, realizó un inmenso esfuerzo por aprender algunas palabras en guaraní: "Kuñataí porá" (chica linda). "Tengo un gran respeto por las mujeres paraguayas. En la Argentina han acunado a nuestros nietos y nos han colmado de afecto".

Sábato y su amor de toda la vida, Matilde Kusminsky Richter.

Ideal de justicia

Sostuvo que el escritor tiene que perseguir un ideal de justicia y de belleza, y que no debe olvidar que todo arte es poético. Agregó que nadie va a mejorar su existencia, ni podrá encontrar grandes verdades, si escribe con vicios. Al respecto, confesó: "Me han traducido a más de 35 idiomas sin ganar un centavo por ello, pero me alegra que mis libros hayan sido leídos en tantas lenguas".

Contó que sus amigos no suelen leer sus libros: "Les basta con ser mis amigos". Pero añadió que mantenía con ellos discusiones sobre los grandes temas. "A esta altura de mi vida creo en la reencarnación y en la eternidad, si no, no tendría sentido la vida".

Cuando se tocó el tema de los militares, prefirió hablar de fútbol o de cualquier otra cosa; sin embargo, sobre casos puntuales como la Ley de Punto Final en la Argentina o el indulto en Paraguay, no dudó en sostener: "No quiero inmiscuirme en los problemas de una nación que no conozco, pero en cualquiera de los dos casos estoy totalmente en contra". Continuó diciendo: "Al presidente Alfonsín lo consideré un gran demócrata, hasta que tomó la terrible decisión de perdonar los pecados de los militares argentinos. Se lo objeté fuertemente. Y entonces me confesó: "Ernesto, he tenido que dejar todo en el aire, porque si no debía abandonar el gobierno o enfrentar circunstancias impredecibles…".

Comparado con otros escritores de la época, no ha sido muy prolífero en sus publicaciones literarias, solamente se cuentan tres libros y 20 ensayos. Siempre ha dicho que no escribe para ganar dinero, sino porque necesita mostrar y defender la dignidad humana: "Solo público lo que me gusta, porque no está hecho con el intelecto, sino con lo que Pascal llamaba "las razones del corazón", válida en todos los tiempos".

Quizá sea por eso que en algunas ocasiones ha quemado algunos de sus libros, y nunca relee sus textos, solamente cuando debe responder a un traductor que tiene dudas sobre la palabra más adecuada.

Su amistad con Roa Bastos

Fue un gran amigo del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos. Lo conoció en su oficina, donde trabajaba en la Argentina, huyendo de la dictadura estronista. "Que gran escritor tienen, qué hombre humilde es… Los paraguayos deben sentirse orgullosos de él".

"Piensen lo que quieran, me importa un bledo", escribió en su libro "El Túnel", reflejando su firme decisión de poner de manifiesto las fallas de los hombres. "El progreso está convirtiendo a este mundo en un basurero. Todas las cosas naturales se están destruyendo por eso que llaman progreso. Ojalá los hombres fueran como los animales, esos inocentes bondadosos".

Con sus excentricidades, que pueden gustar o no, Ernesto Sábato marcó una impronta muy profunda en la literatura contemporánea. Como la última hoja de un árbol, en otoño, mientras el viento soplaba, conocí a don Ernesto Sábato cuando transitaba el camino hacia su inmortalidad.

*Conductor de "Argentinos por el mundo", en radio Apóstoles On Line.