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Murió Sempé

El notable caricaturista francés captó con trazo sencillo y sutil las esencias de nuestro tiempo. El dibujante que captaba la esencia de la vida contemporánea murió este jueves, a los 89 años.

El dibujante francés Jean-Jacques Sempé, en su casa en París en 2015. STEPHANE DE SAKUTIN (AFP).

La noticia fue comunicada por su esposa, Martine Gossieaux Sempé, a la agencia France Presse. Su biógrafo, Marc Lecarpentier, precisó que se encontraba en su residencia de vacaciones, sin precisar el lugar, y que estaba "rodeado de su mujer y sus amigos más cercanos". 

   Sempé se cartacterizaba porque parecía ligero, pero era muy profundo. Se tomaba poco en serio a sí mismo y muy en serio a los humanos. Bajo la superficie, vibraba el mundo, su mundo. "El hombre es un animal inconsolable y alegre", rezaba su lema, como recordó el diario Le Figaro, lo que resume su obra, más de cuarenta álbumes y centenares de ilustraciones y portadas para publicaciones como Paris Match y The New Yorker.

   Sempé era un artista muy francés y, al mismo tiempo, muy poco francés, por su significativa alergia a la profundidad impostada, a la falsa trascendencia, que ha sido marca de la casa de muchos intelectuales y artistas de Francia. "Nunca hay que tomarse demasiado en serio a uno mismo", afirmaba.

   "Si no, es espantoso. Cada día nos enteramos de cosas catastróficas. ¿No ve la gente en la calle? Tienen un aspecto siniestro, agobiado, todo pesa, todo es difícil, y hay que continuar", comentaba. 

   De pocos de sus contemporáneos, en cualquier campo, se podrá decir que han dejado un personaje inscrito en la memoria colectiva de un país y de millones de lectores como Nicolás (e inspirador, por su nombre, de uno de los últimos ejemplos de la picaresca española), el chaval que, con texto de René Gosciny, le disparó a la fama.

El dibujante Sempé, delante de un dibujo de El pequeño Nicolás, en 2009 en París, con motivo del 50º aniversario del personaje. JOEL SAGET (AFP).

   Sempé era agridulce, su obra rezumaba humor y melancolía. Creció en una familia de clase media, plagada de agobios económicos en el Burdeos de los años treinta y cuarenta. Sus padres no se llevaban bien. Ya adulto, descubrió que monsieur Sempé, su padre oficial, no era su padre real. Sempé era un "hijo natural". 

   Tras los años oscuros y tristes de la ocupación nazi, el fin de la II Guerra Mundial fue una liberación. Para Francia y Europa, y también para él. Entonces descubrió la música americana y los cigarrillos. Dejó la escuela a los 14 años, practicó mil oficios, aprendió a observar. Uno de esos trabajos fue el de dibujante, y ese fue el definitivo. 

   "De vez en cuando se ve una chica ligera, así, o un señor que, no sabemos por qué, bastante ligero y feliz, también. Por eso me gusta París", explicó. "A veces veo un pibito pequeño por la calle que parece estar pensando en otra cosa que lo que le rodea, y me gustaría saber en qué piensa: hay algunos que se nota que están muy lejos, que todo esto no les importa, y que todo va bien, es así, esta ligereza, este insumisión lo que me seduce".

   Son palabras que traducen su dibujo, nunca estridente ni irónico, filosóficamente próximo a Françoise Sagan, o a Boris Vian, o a Jacques Prévert. Sempé logró algo raro para un artista: lo que inventó se hizo real. Es común ver a un niño o a una niña en la ciudad, y pensar: parece un dibujo de Sempé.