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Sergio Schneider

Columnista

Un testigo clave de la historia reciente

Los 54 años transcurridos desde la aparición de NORTE en las calles del Chaco lo convirtieron en una referencia insoslayable del día a día de esta provincia.

La asonada de los militares carapintadas, en la Semana Santa de 1987, puso en jaque a la democracia y el pueblo salió a las calles a defenderla.

Recorrer los archivos del periódico es una experiencia impactante: el viaje en el tiempo hacia atrás facilita advertir, de una manera mucho más nítida que la que nos permite la simple rememoración personal, cuánto han cambiado el mundo, el país, nuestra patria chica, en este medio siglo de recorrido.

En la Argentina el tiempo no se puede medir de una manera tradicional. Un año, en nuestra nación, es mucho más que una docena de meses o que 365 días. Las alternativas de la política y de la economía, generalmente distantes de lo que podría convenirse como normal, hacen que el devenir de los acontecimientos de interés público tenga una densidad que sorprende a quienes lo ven con ojos extranjeros.

Aquí en un breve período de tiempo pasan cosas que en otras tierras, cuando suceden, se desarrollan a lo largo de décadas. Basta con abrir un ejemplar de NORTE de algún tiempo atrás para comprobar cuán cierta es esa percepción. Desde los precios de la economía local en aquellos momentos, hasta las cuestiones en debate, todo nos sorprende. Cuesta asimilar el contraste entre el pasado y el presente.

Nacimiento en aguas agitadas

Por supuesto que ello no es casual ni tiene que ver con alguna impronta del propio medio. Se relaciona, mediante un vínculo férreo, con el vértigo de nuestra historia. Hay que considerar, en ese sentido, que NORTE nació en el crepúsculo de una década marcada por la efervescencia y la sensación de cambio de época a nivel mundial.

El fuerte impulso juvenil, principalmente en Occidente, a una nueva manera de entender la vida, el trabajo, la cultura, las relaciones humanas en definitiva, chocaba contra lo establecido, así como un mar agitado golpea contra los acantilados.

En el país eso se tradujo en un espíritu de rebeldía contra el laberinto político en el que estaba sumida la Argentina, donde las Fuerzas Armadas se habían constituido prácticamente en un tutor forzoso de la vida civil, con sucesivos golpes de Estado que habían terminado primero con la presidencia de Juan Domingo Perón (en 1955), luego con la de Arturo Frondizi (1962) y en poco tiempo más con la de Arturo Illia (1966).

La figura más importante de la política nacional, Perón, vivía un exilio obligado en España. La dictadura que había derrocado a Illia era resistida desde los gremios y las universidades, y se generaron hechos históricos como el Cordobazo, en 1969, que tuvo como antecedente directo a la gran protesta llevada a cabo apenas días antes en Corrientes, donde las fuerzas de seguridad asesinaron al estudiante Juan José Cabral. Fue en ese contexto que NORTE daba sus pasos iniciales.

Su primer ejemplar había sido impreso el 1 de julio de 1968. Un año después, en plena convulsión política local, la Humanidad escribía una de sus páginas más referenciales: las primeras pisadas del ser humano sobre suelo lunar. Casi dos caras opuestas de una misma realidad: la exploración de la infinitud del Universo coexistiendo con la incapacidad para una convivencia pacífica en el planeta.

El sueño de la Modernidad, aquel que sostenía que la ciencia ayudaría al hombre a dejar atrás las guerras, el hambre y la desigualdad, había quedado hecho trizas con la gran conflagración bélica de 1914-1918 y, sobre todo, con la Segunda Guerra Mundial, que dejó más de 50 millones de muertos, entre ellos las víctimas de la demencia nazi. Un trauma global que, sin embargo, no dejó lecciones que hayan sido aprendidas.

Década de la locura

Llegaron los ’70, y todo fue peor. El incremento de la violencia política en el país y el desgaste del régimen militar, junto con la demanda popular del regreso a una democracia sin proscripciones, abrió las puertas al regreso de Perón al país.

Primero fue una convocatoria a elecciones que ganó Héctor Cámpora, el candidato aprobado por Perón desde España para el justicialismo, quien al cabo de pocas semanas en el poder renunció para que se realizaran nuevos comicios, esta vez sí con el General de regreso. Perón ganó su tercer mandato presidencial con más de 62% de los votos.

La expectativa de la sociedad era que el viejo líder pudiera restablecer la paz interior, pero eso no iba a suceder. La ultraizquierda y la ultraderecha peronistas avanzaron en una guerra sin cuartel, que tuvo su gran función de estreno con la Masacre de Ezeiza, nada menos que en pleno retorno de Perón al país.

Aunque el caudillo expresó en reiteradas ocasiones su condena -e incluso desprecio- a los movimientos guerrilleros, estos no acataron las órdenes del presidente y mantuvieron su accionar con atentados y crímenes que se alternaban con los que a su vez ejecutaban los grupos de ultraderecha, que se referenciaban en José López Rega, mano derecha de Perón.

Esa situación se combinó con serios problemas en la marcha de la economía. La inflación ya era desde hacía mucho tiempo un problema recurrente de la Argentina. Y ese cóctel de asuntos dramáticos caía sobre los hombros de un Perón desgastado por la edad y portador de una salud marcadamente frágil. El general murió el 1 julio de 1974, exactamente en el día en que NORTE cumplía sus primeros seis años de existencia.

El fallecimiento produjo un clima de desazón y angustia en todo el país, no solamente porque significaba el final de la figura que había sido –aun en los años de exilio- el centro de la política nacional, sino también por la descomunal sensación de desprotección e incertidumbre acerca de lo que podía suceder con la Argentina de allí en más.

La presidencia fue ocupada por María Estela Martínez, la tercera esposa de Perón, a quien él había elegido como compañera de fórmula en el ’73. Un gran error o una gran irresponsabilidad del líder, que parecía no haber considerado la posibilidad de su fallecimiento, pese a que ya por entonces los médicos que lo atendían en Madrid venían advirtiéndole sobre sus vulnerabilidades.

En descargo de esa decisión del líder justicialista puede decirse que quizá imaginaba que su gestión iba a ser menos tormentosa, y que tras una primera etapa de acomodamiento podría delegar lo más pesado de la gestión.

En vez de eso, se encontró con un país indomable, en el que ni siquiera logró sofocar la batalla a muerte entre las fracciones más violentas de su propio partido, y una economía que marchaba hacia el colapso, como finalmente sucedería con el Rodrigazo, el estallido hiperinflacionario que se produjo ya con su viuda en el poder.

Años de terror

La violencia y el descalabro de los precios, que subían descontroladamente, hicieron que la presidencia de María Estela Martínez se debilitara precipitadamente. En un país que en los veinte años previos había tenido apenas diez años de gobiernos civiles (siete de ellos con el peronismo proscripto), la llegada de un nuevo golpe militar estaba casi naturalizada y su preparación era un secreto a voces.

En algunos medios se hablaba del tema con tanta normalidad como de la probabilidad de una lluvia. La destitución de la viuda de Perón se produjo el 24 de marzo de 1976, muy tarde en la noche. La Redacción de NORTE intentaba de diferentes maneras cerrar la edición del día siguiente con algún dato certero.

Las versiones de la caída del gobierno eran muy fuertes, pero algunos dirigentes –como el gobernador del Chaco en aquel entonces, Deolindo Bittel- decían, con alivio, que se había logrado evitar (o al menos postergar) la toma del poder por parte de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, el golpe se concretó.

NORTE, confiando en las fuentes que daban por con sumada la asonada militar, tituló su tapa con la novedad de que el gobierno de Isabel Perón había sido derrocado. Acertó. Pero todos los ejemplares de aquella edición fueron secuestrados por militares y policías. Apenas unos pocos llegaron a las calles.

Es una de las grandes pérdidas de la prensa del Chaco: pese a los esfuerzos de este medio por recuperar alguno de aquellos diarios, eso nunca se pudo lograr. La dictadura, como sucedió en toda la Nación, impuso una férrea censura. Se vigilaba permanentemente lo que iba a publicarse y eran evidentes las maniobras de seguimiento y espionaje sobre los periodistas.

La dictadura

El régimen, cuya cara visible era el general Jorge Rafael Videla, reemplazó a la violencia política callejera por algo infinitamente peor: acciones terroristas implementadas desde el mismo Estado, con secuestros y centros clandestinos de detención por los que pasaron miles de personas que fueron torturadas, asesinadas y desaparecidas.

A la par se instrumentaba una política económica diseñada por el ministro estrella de los militares, José Alfredo Martínez de Hoz, que mantuvo elevadísimos niveles de inflación (nunca por debajo de los tres dígitos en las mediciones anuales) y multiplicó la deuda externa nacional, que al finalizar la dictadura iba a ser diez veces superior a la de 1975. Las medidas se dirigieron a una destrucción del aparato productivo, y se llegó al extremo de estatizar deuda de grupos privados.

En esos años se produjo en nuestra provincia el vaciamiento del Banco del Chaco, mediante un festival de préstamos multimillonarios que beneficiaban a amigos del poder militar, quienes tomaban los créditos prácticamente sin brindar garantías y declarándose luego insolventes para devolverlos.

En paralelo, el sistema de cooperativas, que había sido un orgullo provincial, también era diezmado. En una época sin Internet ni redes sociales, la información pública tenía una circulación muy restringida, que los censores de la dictadura filtraban escrupulosamente. Por eso en el exterior se sabía mucho más sobre lo que sucedía en la Argentina que en nuestro propio país. La dictadura se defendía alegando que se estaba desplegando "una campaña antiargentina en el exterior".

Ese concepto se agitó especialmente durante el Mundial de Fútbol de 1978, que fue aprovechado por la Junta Militar como una herramienta de propaganda. Pero de a poco las aberraciones cometidas por el régimen se fueron filtrando. Eso, sumado al malestar por la constante pérdida de poder adquisitivo por parte de los salarios y la destrucción de empleos, fue generando una creciente resistencia popular y la aparición de un reclamo paulatino por el regreso a la democracia.

La tapa de NORTE el 3 de abril de 1982, al día siguiente de la  recuperación de las Islas Malvinas. 

Malvinas, el final

En 1982, los principales jerarcas de la dictadura idean un plan maquiavélico para diluir el descontento social y extender indefinidamente su permanencia en el gobierno: la recuperación por la fuerza de las Islas Malvinas. El encargado de llevar adelante la aventura fue Leopoldo Fortunato Galtieri, el tercer presidente (luego de Videla y de Roberto Viola) del "Proceso de Reorganización Nacional", como se autodenominada el régimen.

Se sobreactuó un incidente en el Atlántico Sur con una empresa británica para ordenar la ocupación de las islas, ilegítimamente en manos de los ingleses desde 1833. El 2 de abril del ’82, las fuerzas nacionales desembarcaron en Puerto Argentino (hasta allí Port Stanley), desplazando a las autoridades locales inglesas y tomando el control del territorio.

El análisis que Galtieri y los suyos habían hecho para ejecutar la acción no tenía ningún asidero con la realidad, y las semanas que siguieron lo iban a demostrar. Los militares estimaban que Inglaterra no reaccionaría a la ocupación argentina, y que podría abrirse rápidamente una negociación que dilatara por décadas una definición.

Durante ese tiempo, el dominio argentino se naturalizaría, como había sucedido con el inglés, que se mantuvo gracias a una interminable calesita de reclamos diplomáticos argentinos que no lograba resultados relevantes. Galtieri no descartaba que el gobierno inglés enviara sus fuerzas a combatir, pero su hipótesis era que, si eso ocurría, Estados Unidos se pondría del lado de Argentina, básicamente por dos motivos.

Uno de ellos, porque ambos países eran suscriptores del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), un acuerdo que había sido pensado por los norteamericanos en plena guerra fría, para una eventual agresión rusa al continente.

El otro, porque los militares argentinos habían colaborado con la guerrilla sucia que los Estados Unidos alimentaban en Centroamérica para derrocar gobiernos no alineados con Washington.

Todo salió exactamente al revés. La primera ministra británica, Margaret Thatcher, vio la jugada de la dictadura como un regalo del cielo. Su gobierno afrontaba un fuerte deterioro de imagen por una política económica impiadosa, que generaba desempleo y caída del salario real.

Entonces se lanzó gustosa a una guerra que iba a mejorar drásticamente sus niveles de aprobación en la opinión pública inglesa. Y Ronald Reagan, el presidente norteamericano, se puso claramente del lado de Londres. No solo lo hizo en términos de política internacional, sino también brindando apoyo logístico durante todo el conflicto bélico. La derrota fue dolorosa, porque más allá de la perversidad de los intereses que le dieran origen, llevó consigo el amor de millones de argentinos por un territorio que siempre se supo usurpado.

Y, sobre todo, porque significó la muerte de cientos de compatriotas, la mayoría de ellos jóvenes de menos de veinte años, que fueron llevados al frente de batalla sin un adiestramiento mínimo, pese a lo cual mostraron una entrega conmovedora por una causa que consideraban justa. Son los únicos y verdaderos héroes de esa historia. NORTE la cuenta desde hace 40 años, y en este 2022 le dedicó una serie de artículos especiales, con testimonios de los protagonistas, en nuestro suplemento dominical Chaqueña.

El impactante triunfo de Ricardo Alfonsín en octubre de 1983. Una elección histórica que era el principio del fin para la dictadura militar. En el Chaco, Florencio Tenev obtenía un ajustado triunfo sobre el radical Luis León.

El retorno democrático

El resultado de la guerra terminó de derrumbar el poder militar. Habían cometido crímenes imperdonables, habían argumentado que iban a combatir la crisis económica y la agravaron de un modo brutal, y ni siquiera habían demostrado solvencia en lo único que se suponía que sabían hacer.

El propio régimen buscó entonces una salida rápida. Galtieri fue expulsado y llegó Reynaldo Benito Bignone, quien tuvo a su cargo preparar el retorno de las urnas. Los partidos políticos volvieron a la actividad.

En el país corría un clima que mezclaba la tristeza por los crímenes de la dictadura y lo ocurrido con Malvinas, con el entusiasmo por la recuperación del derecho a elegir. El 30 octubre de 1983, se llevaron a cabo los históricos comicios que consagraron a Raúl Alfonsín como presidente de la democracia recuperada.

No era época de encuestas. La sensación general era que el peronismo volvería a ganar, esta vez con la fórmula que encabezaba Ítalo Luder y que ompletaba el chaqueño Deolindo Bittel.

Sin embargo, ganó la UCR, con más de 50% de los votos. Era la primera vez que el radicalismo vencía al justicialismo en elecciones libres. Los triunfos de Frondizi y de Illia habían sido con el peronismo proscripto.

En el Chaco, el PJ esperaba un triunfo cómodo, pero sin embargo Florencio Tenev venció por un margen estrecho al candidato radical, Luis León. Una vez más, NORTE contó ese capítulo trascendente de nuestra historia.

Hitos y alternancias

Lo demás ya es historia más cercana. Alfonsín marcó un hito, reconocido a nivel mundial, al promover el enjuiciamiento de las Juntas Militares de la dictadura por parte de un tribunal civil.

Para ello desmontó el plan de impunidad que había dejado la dictadura antes de irse, pretendiendo que los jerarcas del régimen solo pudieran ser juzgados por tribunales castrenses, y dando por cerrada la cuestión más tenebrosa: los crímenes de lesa humanidad perpetrados. Pero todo lo que Alfonsín logró avanzar en materia de calidad institucional y respeto por los derechos humano, no tuvo su correlato en lo económico.

La inflación fue controlada por el Plan Austral primero y luego por el Plan Primavera, pero fueron momentos fugaces. Se sumó una resignación en la política por justicia: tras una asonada militar protagonizada por grupos "carapintadas" que respondían a Aldo Rico, el gobierno promovió las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, que pretendían restringir y acotar las investigaciones de los crímenes ejecutados entre 1976 y 1983.

Por todo eso, en 1987 la UCR sufrió un revés electoral (todavía los mandatos presidenciales duraban seis años) y en 1989 se produjo un proceso hiperinflacionario que hizo que Alfonsín resolviera adelantar la entrega del mando al nuevo jefe de Estado, el peronista Carlos Saúl Menem, quien había ganado las generales con amplitud, luego de vencer en la interna justicialista, de manera sorprendente, a Antonio Cafiero, gobernador de la poderosa provincia de Buenos Aires y el hombre al que apoyaba todo el aparato justicialista.

Para entonces, en el Chaco el PJ había logrado retener la gobernación, en el ’87, gracias al abogado Danilo Luis Baroni, quien siguió a Tenev. Nuevamente había sido derrotado Luis León, el caudillo radical que volvió a estar cerca de coronar su sueño. En las primeras horas el conteo de votos lo daba ganador, pero el peronismo logró dar vuelta el escrutinio. En Resistencia, Deolindo Bittel lograba la proeza de recuperar el municipio para el peronismo. En la capital había ganado la UCR en 1983 y en 1985 (los mandatos comunales eran de dos años antes de la reforma constitucional de 1994).

En 1991 el partido creado por José Ruiz Palacios da el batacazo, y con apenas tres años de haber sido creado le quita al peronismo su invicto electoral en el Chaco. Rolando Tauguinas es elegido gobernador.

Batacazo en el Chaco

Las gestiones de los grandes partidos a nivel provincial y en la capital fueron gestando un fuerte sentimiento de insatisfacción en la ciudadanía, sobre el que se apoyó el crecimiento de una fuerza provincial nueva, Acción Chaqueña, fundada en 1988 en torno a la figura del coronel retirado José Ruiz Palacios, el gobernador militar del Chaco en el tramo final de la dictadura, luego de la gestión del general Antonio Facundo Serrano.

Ruiz Palacios rompió todos los pronósticos en 1989. Con su agrupación, creada apenas un año antes, ganó la intendencia de Resistencia y logró dos diputaciones provinciales. Dejaba la sensación de que podía perfilarse como un actor importante en los comicios de 1991, en los que debía elegirse nuevo gobernador.

Efectivamente, en el ’91 se produjo la postulación de Ruiz Palacios para gobernar la provincia. Pero el Superior Tribunal de Justicia, entonces con mayoría de jueces peronistas, inhabilitó al militar por no cumplir con la cantidad suficiente de años de residencia en el Chaco que la Constitución requiere para un candidato a gobernador.

Parecía un disparo mortal sobre las aspiraciones de Acción Chaqueña. Sin embargo, Ruiz Palacios puso en su lugar a Rolando Tauguinas, un médico a quien había tenido como ministro de Salud durante la intervención militar, y el sustituto logró un triunfo ajustado, al cabo de un escrutinio lleno de suspenso, sobre el postulante del PJ, Jorge Oscar Morales.

Por primera vez en la historia el peronismo perdía en el Chaco en comicios libres y la UCR quedaba relegada al tercer lugar. La diferencia entre Tauguinas y Morales fue de apenas cuatro décimas de punto porcentual.

El 14 de mayo de 1989 se produjo una clara victoria de Carlos Saúl Menem, que llegaba a la presidencia de la nación. En nuestra provincia aparecía Acción Chaqueña y daba una gran sorpresa.

El nuevo gobierno afrontó un escenario político adverso. A nivel nacional había un gobierno justicialista, el de Menem, y en el orden provincial el peronismo le ofrecía a Tauguinas una oposición férrea. Eso, más las impericias de la propia gestión y una impensada fractura interna –silenciosa pero contundente- entre el gobernador y Ruiz Palacios, marcó la suerte de la administración y del flamante partido.

Acción Chaqueña perdió las legislativas de 1993, las constituyentes de 1994 y las generales provinciales de 1995, cuando Ruiz Palacios ya pudo ser candidato a gobernador pero solo para ser derrotado: el descrédito de su agrupación lo relegó al tercer lugar.

Otro giro

En ese año, el ’95 se produjo un nuevo giro. La caída en picada de Acción Chaqueña parecía preanunciar el regreso del peronismo a la Casa de Gobierno, pero la historia tenía preparada una nueva sorpresa. En gran medida, se debió a la reforma constitucional de 1994. La nueva Constitución Provincial había modificado el método de elección de gobernador y vice. Ya no bastaba con ser el más votado, como había sucedido hasta entonces.

Desde el ‘94 quien desee ser gobernador debe obtener en la primera vuelta más de 45% de los votos. Otra opción es obtener más de 40%, pero con al menos diez puntos porcentuales de ventaja sobre el segundo.

Si ninguna de esas condiciones es alcanzada por el candidato más apoyado, debe realizarse una segunda vuelta o balotaje entre él y su seguidor inmediato. En 1995, Florencio Tenev, el postulante del peronismo, estuvo cerca de cumplir ambos requisitos.

Casi llega a 45%, y casi llega a los diez puntos de brecha. Pero el segundo, Ángel Rozas, alcanzó agónicamente el caudal suficiente como para forzar a una segunda vuelta. Y allí logró una victoria, peleada voto a voto, que fue noticia nacional. Fue también el año de la reelección de Carlos Menem, estrenando la cláusula de la nueva Constitución Nacional que permitía un segundo mandato presidencial consecutivo.

El peronismo chaqueño se sentía seguro en 1995 de que llegaba el momento de volver al poder, pero Ángel Rozas rompió los pronósticos al vencer a Florencio Tenev en un balotaje electrizante. La UCR iniciaba doce años de hegemonía en la provincia.

El presidente surfeaba sobre la ola de aprobación popular que provocaba el Plan de Convertibilidad, ideado por su ministro de Economía, Domingo Cavallo, para poner una paridad 1 a 1 entre peso y dólar y mantener durante casi una década índices inflacionarios insignificantes, que estaban debajo de 2% anual.

En 1999, se registró la reelección de Rozas como gobernador (venciendo holgadamente a un joven Jorge Capitanich) y la conclusión de la era de Menem en el poder, carcomido por un fuerte incremento del desempleo y hechos de corrupción en su administración. La convertibilidad daba señales de agotamiento.

En ese escenario repleto de amenazas, se produjo la llegada al gobierno del radical Fernando de la Rúa. Dubitativo y desbordado, el nuevo presidente fue progresivamente aplastado por los acontecimientos, por sus elecciones erróneas, por la ruptura de la alianza que lo había llevado al poder y por la escasa vocación de la oposición por salvarlo de la debacle.

Así llegó el funesto diciembre de 2001, cuando saqueos y protestas sociales desparramados por todo el país dejaron decenas de muertos y llevaron a De la Rúa a tomar una decisión dramática: renunció a su cargo. La imagen del helicóptero que lo retiró de la terraza de la Casa Rosada quedó grabada en la memoria de millones de argentinos.

La salida del pozo

En el Chaco el pico de la crisis económica y social también golpeó duro. Aparecieron las cuasimonedas, bonos emitidos por las provincias para compensar la falta de dinero en efectivo.

A nivel nacional, el Congreso fue designando presidentes provisorios que duraban menos que pompas de jabón. Hasta que llegó, en el arranque de 2002, la designación de Eduardo Duhalde, paradójicamente el candidato peronista que De la Rúa había vencido en 1999. El bonaerense soportó momentos tormentosos, y la ruptura de la paridad peso- dólar fue un quiebre ruidoso, con severos efectos en el costo de vida y la pobreza.

Fin de era para el menemismo en 1999. Gana Fernando de la Rúa, con promesas de transparencia y recuperación económica. Dos años después abandonaría el poder abordando un helicóptero en la terraza de la Casa Rosada.

Ese sacudón costó la salida del ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, y en su reemplazo llegó Roberto Lavagna. Fue bajo su gestión que la economía comenzó a enderezar el rumbo. La devaluación licuó deuda interna y volvió competitiva la producción primaria nacional en un momento de precios internacionales récord para los commodities.

Con ese viento de cola llegó la candidatura de Néstor Kirchner, la figura que Duhalde decidió apadrinar para las elecciones de 2003, donde el objetivo central del presidente provisorio era impedir el regreso de Menem al poder. El riojano crecía en las encuestas, pese al descrédito con el que había concluido su gestión en el ’99.

Los comicios mostraron una gran atomización del electorado. Menem fue el más votado, seguido de cerca por Kirchner. Ninguno de los dos superaba 25% de los votos. Consciente de que el resto del electorado se había repartido en otras opciones críticas para con él, Menem se bajó del balotaje.

La tapa de NORTE luego de la primera vuelta presidencial de 2003. Ningún candidato superó 30% de los sufragios. Menem fue el más votado, pero renunció al balotaje en el que debía competir con Néstor Kirchner, quien así quedó con el camino allanado.

El patagónico asumió en mayo, manteniendo a Lavagna en Economía y afianzando la recuperación económica. En el Chaco, Rozas concluía su segundo mandato y, limitado por la Constitución, apoyó a Roy Nikisch como sucesor. El dirigente radical de Tres Isletas ganó la gobernación, frustrando el segundo intento de Capitanich de llegar al sillón de Obligado.

Kirchner concluyó su mandato con un contexto muy favorable y elevados índices de adhesión, por lo que no sorprendió que Cristina Kirchner -a quien le pasó la posta política- ganara con holgura las presidenciales de 2007.

En nuestra provincia, la tercera sería la vencida para Capitanich. En una competencia muy peleada, ganó la elección de nuevo gobernador doblegando al hasta allí invencible Rozas, que buscaba su tercer mandato. El justicialismo volvió al poder provincial, luego de 16 años fuera de él.

Otro giro en la vida política e institucional del Chaco se dio en 2007. La tercera fue la vencida para Jorge Capitanich, quien venció por un pequeñísimo margen a Ángel Rozas, que intentaba volver al poder.

Un nuevo declive

El cambio de ciclo permitió que los signos políticos del gobierno provincial y del nacional volvieran a coincidir, algo que sucedió pocas veces en el Chaco. Apenas cuatro años de los primeros veinte de la democracia recuperada (los dos últimos de Baroni, que coincidieron con los primeros de Menem; los dos de De la Rúa mientras Rozas era gobernador).

Una sintonía que, combinada con el importante crecimiento de los ingresos del Estado, permitió fuertes inversiones en infraestructura. En 2011, tanto Capitanich en la provincia como Cristina en el orden nacional lograron sus reelecciones. El segundo mandato de la presidenta estuvo marcado por un fuerte incremento del déficit fiscal y de los índices de inflación. También se mantuvo la pobreza en niveles significativos, y arreciaron las denuncias sobre maniobras de corrupción.

El combo abrió el camino para la llegada de Mauricio Macri a la Rosada, en 2015, tras un balotaje infartante con Daniel Scioli, el candidato del peronismo. Antes de eso, Domingo Peppo llegaba a la gobernación del Chaco. Capitanich, por la restricción constitucional, dejaba el poder provincial y ganaba la intendencia de Resistencia.

En 2015 el kirchnerismo pierde las elecciones presidenciales, y Mauricio Macri accede al poder a la cabeza de una alianza entre el PRO y la UCR.

Las políticas de ajuste de Macri le dieron poco margen a la gestión de Peppo, que además recibió el impacto misilístico de una investigación judicial sobre enriquecimiento ilícito y lavado de activos que involucró a su secretario general, Horacio Rey, y otros integrantes del equipo gubernamental.

El descontento social con la política económica del gobierno de Juntos por el Cambio, que provocó una pérdida de poder adquisitivo en los salarios y un aumento de la pobreza, además de endeudamiento y más inflación, permitió el resurgimiento político de Cristina Fernández, que –temiendo que su imagen negativa la dejara sin votos suficientes como para coronar una victoria y sin margen para negociar una reunificación del peronismo, dividido desde 2015- ungió como candidato a Alberto Fernández. El caso inédito de una candidata a vicepresidente que elige al aspirante a la presidencia.

Capitanich logró en el ’19 ser la primera figura política del Chaco en lograr un tercer mandato como gobernador.

Jorge Capitanich, en tanto, al cabo de su gestión como intendente, quedó habilitado para volver a lidiar por la gobernación, y ganó así su tercer mandato, actualmente en desarrollo. Como ocurre con Fernández en el orden federal, batalla con una economía que da señales inquietantes. Inflación disparada, pobreza en valores inflamables, dólar en ebullición, salarios en una lucha desigual con el constante incremento del costo de vida, peligro de default.

Ya muy cerca en el tiempo: la victoria de Alberto Fernández en 2019, con Cristina Kirchner como compañera de fórmula y mentora de una experiencia política que hasta ahora no mostró resultados positivos.

El gobierno, con todo, se aferra a datos sobre creación de empleo privado, índices de la construcción y otros indicadores para alimentar la esperanza de que la sociedad perciba una mejoría antes de las elecciones de 2023, en las que Capitanich quiere jugar su propia candidatura presidencial. Pero las brumas y los crujidos del presente impiden ver qué habrá cuando lleguen los comicios. La oposición tampoco se muestra consistente, y su propio internismo tiene el único aliciente de quedar algo tapado por la pelea sin respiro ni códigos que libran el presidente y su vice.

Nadie sabe qué sucederá. Pero cuando suceda, NORTE, una vez más, lo estará contando.