Adaptarse al cambio climático
Las prolongadas sequías que afectan a distintas regiones del planeta son objeto de preocupación para quienes consideran que el fenómeno está relacionado con el cambio climático.
La bajante histórica del Paraná en nuestra región, la falta de lluvias en España y Portugal y el caso de Brasil que pasó de la peor sequía de las últimas décadas a padecer temporales de lluvias que provocaron daños en el noreste y sureste del país, son algunas de las señales que anticipan escenarios difíciles para lo que resta de 2022.
En nuestro país, expertos del Instituto Nacional del Agua (INA) estimaron que la bajante del Paraná podría continuar hasta la segunda mitad del otoño. A nivel provincial la preocupación por la falta de lluvias también está presente en otras áreas como la zona que comprende Río Muerto y Los Frentones, en el oeste provincial, mientras que en Presidencia Roque Sáenz Peña y alrededores el déficit hídrico ya impacta en la producción ganadera.
En Villa Ángela, en tanto, el cultivo de algodón siente los efectos de la ausencia de precipitaciones y lo que más preocupa es que los pronósticos hablan de un retorno de los registros normales de lluvias recién para fin de año.
En Paraguay, los pobladores de las regiones bañadas por las aguas del Paraná también están preocupados. No es para menos. La prolongada sequía ha hecho que el río haya alcanzado su nivel más bajo de las últimas décadas.
Las alteraciones climáticas serán un fenómeno frecuente en los próximos años, aseguran quienes vinculan esas alteraciones con el calentamiento global. Si están en lo cierto, entonces es muy probable que después de prolongadas sequías lleguen períodos con exceso de precipitaciones. Dicho de otro modo, el cambio climático estaría afectando los patrones de lluvias.
Uno de los casos más llamativos es el que se observa estos días en la frontera de España con Portugal, más precisamente en la región noroccidental de Galicia. Allí, el embalse de Lindoso ubicado en el río Lima, que baña orillas de España y Portugal, alcanzó el nivel más bajo de los últimos años dejando al descubierto el pueblo de Aceredo (evacuado cuando se construyó en ese lugar una represa hidroeléctrica) que quedó bajo las aguas en la década de los años 90.
Por estas horas, el lugar atrae a cientos de turistas que llegan para caminar entre las ruinas del pueblo que ahora vuelve a ver la luz del sol. Las calles, viviendas y todo el mobiliario urbano del pueblo quedaron sumergidos luego de que una hidroeléctrica portuguesa cerrara el 8 de enero de 1992 las compuertas del embalse.
En realidad, todos los años cada vez que baja el nivel de las aguas en la represa se pueden ver los techos de las viviendas sumergidas, pero esta es la primera vez que todo lo que fue el trazado urbano queda al descubierto.
Un informe publicado el año pasado sobre el Estado del Clima en América Latina y El Caribe preparado por la Organización Meteorológica Mundial, advirtió que América Latina se proyecta como una de las regiones del mundo donde los efectos del cambio climático, como las olas de calor, la disminución del rendimiento de los cultivos y los incendios forestales, serán más intensos.
Por su parte, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU estimó que para fin de siglo el aumento de la temperatura media global será de 2,7 grados, por lo que planteó la necesidad de pensar nuevas estrategias de adaptación.
Según el organismo de la ONU que reúne a especialistas en clima de todo el mundo, el planeta tiene la concentración más alta de CO2 en dos millones de años y la temperatura global está cambiando en forma acelerada debido a la quema de combustibles fósiles.
El último informe realizado por esos expertos, que es considerado el más completo en la materia, advierte además que si los países no reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, en las próximas décadas la humanidad sufrirá más fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor, sequías, inundaciones e incendios forestales, lo que se traducirá en desestabilización de las economías, inseguridad alimentaria e hídrica, mayor escasez de recursos y conflictos.
Con ese escenario a la vista, es necesario generar conciencia sobre la importancia de adoptar medidas que faciliten la adaptación de la población y las ciudades a los nuevos desafíos que presenta el cambio climático.s