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Especialista propone reaprovechar recursos

“Para alimentar al ganado tenemos forraje nativo”

Un agroecólogo plantea alternativas para preservar bosque. 

Manejo silvopastoril.

“Sin necesidad de recurrir a una siembra de pasturas especiales, tenemos forraje nativo como la espina corona”, expuso Carlos Chiarulli, durante un seminario de agroecología para el Chaco Austral.  

El exsubdirector de Recursos Naturales de la provincia de Santa Fe considera que falta estudiar más cómo empezar a trabajar un buen manejo forrajero en áreas de bosques abiertos y pastizales.  

Su exposición fue parte de un ciclo organizado por  el Movimiento Agroecológico del Chaco y el Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias (IIFA). Con el Instituto de Cultura y el Ministerio de la Producción provinciales, la actividad es preparatoria del congreso agroecológico argentino (ver aparte) que este año se realizará en el Chaco.

Carlos Chiarulli, exsubdirector de Recursos Naturales de la provincia de Santa Fe y agroecólogo. Crédito: Redaf.org.ar

El manejo 

Chiarulli explicó que el fruto del espina corona es uno de los forrajeros por excelencia y las chauchas caen a fines de invierno, época de carencia de pastura por el frío.

Su investigación permitió medir un volumen estimativo de la producción por árbol: unos 50 kilos promedio de alimento. Si bien la cantidad es variable -va desde los 30 hasta los 70 kilos por especie- si en una hectárea hay cien árboles pueden llegar a producirse unas cinco toneladas, que al perder humedad quedarían unas tres toneladas a tres toneladas y media netas. “Es un valor muy alto de forraje para ese momento del año. Tendríamos que prestarle atención a este tipo de árbol”, pidió.

Más opciones

El catiguá, en sus dos variantes regionales, también ofrece excelentes propiedades forrajeras, similares a las de la alfalfa y con hojas que contienen más de un 20% de proteína.

Una medición realizada en campos de Colonias Unidas le permitió calcular unos 1.200 y 1.500 kilos de producción verde por hectárea.

Otro tipo de forraje leñoso es la alfalfilla (del género justicia, hay varios tipos), que puede producirse en un volumen cercano a los 1.500 a 2.000 kilos por hectárea, según cuán eficiente sea el manejo.

El desmonte ya no es posible 

Aunque haya semejanzas entre el verdor de un pastizal pampeano (pradera de gramínea) y de

Espina corona. Crédito: Inaturalist.org

un monte chaqueño (caducifolio, en galería), Carlos Chiarulli señala que es erróneo pensar que esos dos tipos de suelo se parecen. “La diferencia va mucho más allá de la apariencia, tiene que ver con una dinámica que requiere pensarlo distinto”, dice.

“Se piensa en derribar el bosque para pastura o cultivo creyendo que va a tener rendimiento. En realidad la capacidad energética de esa biomasa proviene de una dinámica distinta”, introduce. En su exposición las imágenes muestran ciclos de absorción de nutrientes junto a la de reserva de agua y de aprovechamiento de la luminosidad en distintos estratos vegetales.

“Si reducimos la masa boscosa lo que haremos es quitarle al sistema su dinámica y llevarlo al colapso. En este tipo de bosques no es posible sembrar pasturas, es algo que tenemos que sacarnos de la cabeza”, subrayó. Para aclarar que eso no quiere decir que no sea un tipo de bosque donde se pueda criar ganado, que es otra cosa. “Nos obliga a pensar en otro tipo de forrajes e indagar en algunos nativos”.

Un tapiz que recicla nutrientes  

Vainas de espina corona. Crédito: Verdechaco.blogspot.com

Una parte de la exposición ayuda a comprender por qué hoy se considera que el bosque provincial es un sistema mucho más complejo y más parecido a la selva misionera.

En los últimos treinta años varios estudios revisaron la clasificación de lo que históricamente se llamó Chaco húmedo (occidental) y Chaco oriental, que es más seco, antes solo se tenía como principal referencia al aspecto pluviométrico.

Hoy otro de los aspectos clave es la sombra de los árboles que en su base reducen la luminosidad solar a apenas un 2% y por eso no suele haber pasto.

Como los árboles mayores pierden muchas hojas en un momento del año, se produce un tapiz de unas tres a cinco toneladas por hectárea / año que permite reciclar nutrientes rápidamente.

Al calor y la humedad, la hojarasca suma posibilidades de que el suelo tenga una microvida muy grande.