
Columnista
De Pampa el 50 a Pampa del Infierno
A los 82 años "Juancho" Hudec repasa la historia de su vida que también es la historia social del interior de la provincia.
PAMPA DEL INFIERNO (Agencia). Recuerdos que vienen de lejos, manos nudosas, mirada lejana que tiene la frescura de sorprenderse por aprender "algo nuevo" con sus 82 años. "Juancho" Hudec, como todos los conocen, recorre la localidad en su bicicleta, "también reparada", cuenta.

Las manos siempre con rastros de grasa y tierra. Es de contextura alta, aun con el paso de los años, sus cabellos denotan el rubio de su lejana tierra, europeo con sangre yugoslava y rusa. Hijo de inmigrantes afincados en la colonia Pampa Bolsa. El tiempo siempre corre, a veces más rápido que la vida misma. Su padre, Miguel Hudec, era un yugoslavo que se radicó en la zona rural de Pampa del Infierno en el año 1929.
Con el tiempo, en su campito quedó su hijo. Él vino al "pueblo". Pero su espíritu errabundo pudo más, como siempre decían los santiagueños, "estos gringos todo saben de hierros" cuando se referían a motores y herrería. Es verdad que la mayoría de ellos la más de las veces arreglaban sus tractores y camionetas en sus propios campos.
"Juancho" Hudec nació allá por 1941, cuenta. "Nos criamos al lado de los animalitos, mis padres cosechaban algodón, el algodón valía y mucho. En ese entonces la tonelada valía 30 pesos y se podía vivir, la gente volvía a la colonia con sus carros cargados de mercadería y algo de ropa", recuerda. "Papá sembraba 80 hectáreas y mamá cultivaba el campo, criaba vacas, chivos y en una época tuvo unas 300 cabras".

Cuando contó estas cosas había un viento norte que se volvió manso, quizás porque la charla era cada vez más amena.
"Me dedico al arreglo de los tractores y en particular el 730, que son del año 1969. También junto pequeñas cosas como lavarropas tirados, partes de motores, lo que encuentre, ya que se puede hacer otra cosa", resalta.
"Me crié carpiendo y cosechando. Éramos cinco hermanos y quedamos dos nomás ya", así retoma la vida de antaño de campo: "mi padre tenía un viejo Mauser y salía a cazar guazunchos, charatas y se hacía sopa de guazuncho. Se vendían cueros de iguana, de chancho moro, la lampalagua (boa de las vizcacheras) y hasta el cuero de chivo".
"De los santiagueños se aprende"
Las colonias y parajes de la zona tuvieron su época de brillo desde el año 1940 hasta mediados de los 80", luego comenzó una época muy compleja para el verdadero hombre de campo. Convivían personas de varias provincias, unas mixturas muy particulares, santiagueñas, salteñas, correntinas y cientos de inmigrantes europeos.

"Me faltaría labrar postes, pero con mis 82 años ya no creo", ríe "Juancho" Hudec. Sigue con la memoria, "Después aprendía de los santiagueños a hacer madera a "cuadro" (usada para el tendido ferroviario), de alambrados y manejo de vacunos, algo de trabajo en cuero. El santiagueño no es vago, es muy trabajador y enseñaba", sentencia.
"Otra cosa que aprendí de ellos es, por ejemplo, no cortar madera en luna llena, que se tuerce y todos estos conocimientos de la gente de antes, no se los respeta ni se toma en cuenta su experiencia, no tienen en cuenta que uno mismo aprende y se forma". Recuerda que "la torta santiagueña es y era un manjar".
Las plantas lo atraparon
"Siempre me gustaron las plantas, observaba y experimentaba en el campo, con injertos, trasplante, hasta que vine al pueblo y me dediqué a las plantas en sus diversas especies. Me gustan las rosas, los laureles, las palmeras y el cuidado de todas. Voy aprendiendo día a días más cosas, voy al INTA y pregunto y así aprendo y experimento", su patio está lleno de plantas.
"Esta localidad primero se llamó Pampa el 50. Recién en el año 36 al 37 nace el nombre de Pampa del Infierno por una gran sequía. Se fueron casi todos", cuenta mientras recorremos su patio y sus plantas. Era la hora de la despedida. "Juancho" Hudec se quedó rodeado de los últimos rayos de fuego de este sol chaqueño, con su estampa dura.
La tarde agonizaba y la noche llegaba de manera lenta casi suave, "Juancho" se quedó ensimismado en sus memorias, en su tiempo ido y en su presente de vida convertida en un espacio verde.

(Agencia NORTE en Pampa del Infierno)