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Más diálogo, menos confrontaciones

La difícil coyuntura que atraviesa la economía nacional, en un año de competencias electorales, obliga a consolidar el ejercicio del diálogo como forma de hacer política.

La dirigencia en general y la política en particular deben tomar nota de los riesgos que encierra la confrontación extrema y permanente que impide construir los acuerdos básicos que se necesitan en este momento para combatir la inflación y empezar a ordenar las variables macroeconómicas.

El economista Jorge Remes Lenicov acaba de publicar "115 días para desarmar la bomba. Historia íntima de la última vez que se sinceró la economía: cuáles fueron las lecciones de la crisis de 2001 que la política no quiso aprender". En una serie de entrevistas que concedió para presentar su libro, quien se desempeñó como el primer ministro de Economía de la presidencia interina de Eduardo Duhalde tras la crisis de 2001, explica una y otra vez a quien quiera escuchar que la gran diferencia entre aquella situación y el escenario actual de la economía y la sociedad es que en 2001, a pesar de todo, en el ambiente político se podía dialogar y coincidir. En cambio ahora, advierte, existe una tendencia a la confrontación en detrimento del diálogo y los acuerdos que son, de alguna manera, la base para articular las tensiones generadas por la debilidad de la economía.

Uno de los ejemplos más claros que ofrece Remes Lenicov (y del cual fue testigo directo) son los canales de diálogo que habilitaron, en el marco de la crisis de 2001, Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde tras la renuncia de Fernando De la Rúa. El economista recuerda que en una reunión que se llevó a cabo el 31 de diciembre de ese año en Lomas de Zamora, en la que participó junto a su colega Juan Vital Sourrouille (ministro de Economía desde 1985 hasta 1989), con la presencia de Alfonsín y Duhalde, éste último le pidió al líder radical que explique cuál era el programa económico que tenía pensado llevar adelante para salir de la Convertibilidad. Remes Lenicov recuerda que sólo necesitó diez minutos para describir la dura tarea que le esperaba. Después, Alfonsín preguntó a Sourrouille si estaba de acuerdo con la propuesta esbozada, a lo que el economista cuya gestión estuvo marcada por el Plan Austral dijo que sí. "Nos levantamos, nos dimos la mano y así se selló el acuerdo. La reunión duró 20 minutos", revela hoy Remes Lenicov, brindando detalles de aquel encuentro que, a partir del diálogo entre dos figuras relevantes de las principales fuerzas políticas de aquellos años, quedó allanado el camino para tomar las medidas que se necesitaban para sincerar la economía.  En opinión de Remes Lenicov (que tuvo que hacerse cargo de una economía que acumulaba dos años y medio de recesión, un default, más la caída de la Convertibilidad, cuasimonedas en las provincias, corralito para los depósitos de los ahorristas, 36 % de pobreza y 18% de desocupación, más el malestar generalizado en las calles que se expresaba con la frase "Que se vayan Todos") desde el punto de vista político aquellos difíciles días tenían una ventaja si se los compara con la crisis que atraviesa actualmente nuestro país. En la dirigencia política no había confrontaciones extremas y se mantenían, a pesar de todo, los puentes de diálogo entre las distintas fuerzas con representación parlamentaria. Eso permitió ganar tiempo con las medidas que se necesitaban para ordenar la macroeconomía y en el Congreso las distintas fuerzas también comprendieron la gravedad de la situación, lo que permitió sancionar leyes que permitieron hacer frente al temporal y salir de una crisis que, entre otras cosas, padecía también las tensiones del mercado cambiario y un déficit fiscal en cuenta corriente muy elevado. No quedan dudas que el próximo gobierno nacional enfrentará el gran reto de reducir la inflación y lograr la estabilidad macroeconómica. Debe existir una verdadera voluntad de generar las transformaciones que el país necesita y para eso debe haber una predisposición al diálogo y a los acuerdos que son condiciones necesarias para poner en marcha la economía.  No se trata de negar la existencia del conflicto como algo inherente a la vida en democracia, sino de comprender que lo que hoy más se necesita es fortalecer es la confianza para dar paso a un debate serio de ideas.