La inflación y el Teorema de Baglini
El proceso inflacionario vuelve a mostrar la ineficacia de muchas de las recetas conocidas para contener la suba de precios.
Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, la inflación de febrero fue del 6,6 % y llegó a 102,5 % en un año. Como ya ocurrió en otras oportunidades, lo más probable es que se vuelva a cumplir el denominado Teorema de Baglini, que sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder.
Ningún argentino con memoria debería sorprenderse si en los próximos días aparecen propuestas que aseguren que el problema de la inflación es de fácil resolución. En la historia reciente los ejemplos sobran. En 1986, el entonces diputado nacional por la Unión Cívica Radical, Raúl Baglini, formuló el famoso enunciado en una reunión de la Comisión Bicameral en la que se trataba otro asunto espinoso en el debate público: la deuda externa. Palabras más, palabras menos, lo que observó el legislador es que cuanto más lejos se está del poder, menos responsables son los enunciados políticos. En cambio, cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven.
Según lo informado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el índice de Precios al Consumidor (IPC) muestra que la inflación de febrero de 2023 fue del 6,6 %, arrojando un 102,5% para el registro anual, es decir, un valor de tres cifras que no se veía desde el año 1991. Y estos números son el resultado de una mirada ortodoxa de la economía, es decir, de quienes aseguran que el problema de la inflación se resuelve con medidas para bajar el déficit y reducir la emisión de moneda. Es evidente que en los últimos meses hubo una clara política fiscal que apunta a ajustar, es decir, se viene gastando menos de lo que ingresa. Datos aportados por la Oficina de Presupuesto del Congreso confirman que hubo una baja de transferencias a las jurisdicciones provinciales y una reducción en las transferencias por subsidios energéticos, entre otras medidas de ajuste que se complementan ahora con la suba de las tasas de interés a las que apela el Banco Central y que, como se sabe, darán como resultado un mayor enfriamiento de la economía. Es justamente lo que recomiendan las recetas ortodoxas. Sin embargo, el comportamiento inflacionario no parece haberse enterado de esas medidas.
Por otra parte, la efectividad de los programas de controles de precios vuelve a quedar bajo la lupa ya que, a juzgar por los resultados obtenidos, la solución al grave problema de la inflación al parecer no viene por ese lado. Es un hecho que la estabilidad económica vuelve a estar entre los asuntos más valorados por la sociedad. Y es por eso que es necesario recordar, por un lado, que la inflación es un fenómeno multicausal y, por otra parte, que no existen fórmulas mágicas para solucionar el asunto de la noche a la mañana. Cualquier enfoque que no aborde el problema con una perspectiva integral solo servirá para un alivio pasajero. Está claro que urge recuperar la estabilidad macroeconómica y para alcanzar ese objetivo será fundamental fijar reglas de juego que brinden previsibilidad a los distintos actores de la economía. No se debe olvidar que la moneda nacional no logra suficiente capacidad como para actuar de reserva de valor y eso explica en gran medida el carácter bimonetario de nuestra vapuleada economía. Como se ha señalado ya en otras oportunidades en esta misma columna, es clave que el programa económico tenga suficiente respaldo político y sea llevado adelante con gran capacidad de negociación, ya que será necesario adoptar medidas para transformar una realidad compleja donde se dirimen intereses y se disputan espacios de poder. No todos pierden con la inflación. Un repaso por la historia económica del país permite corroborar que los períodos con subas de precios no fueron una excepción, sino la regla y la falta de medidas contundentes para detener la inercia inflacionaria fue lo que llevó al fracaso de los más variados programas ensayados tanto por economistas ortodoxos como heterodoxos. Este es un año electoral y, por lo tanto, es casi seguro que surgirán voces de algunos que aseguran tener la receta apropiada para vencer a la inflación en forma definitiva. Habrá que estar atentos entonces para no ceder ante los conocidos cantos de sirena.