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Ciencia e innovación para el desarrollo

La transferencia de conocimientos y tecnologías al sector productivo es clave para el desarrollo de nuestra región, que necesita en forma urgente crear nuevas cadenas de valor y más empleo de calidad. Pero según datos oficiales, 85 por ciento de los recursos científicos del país están concentrados solo en cuatro jurisdicciones, donde las probabilidades de concretar esas transferencias son mayores que en el resto de las regiones, entre ellas el NEA.

Datos aportados por el Ministerio nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación revelan que Córdoba, Santa Fe, Gran Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires son las cuatro jurisdicciones con mayor desarrollo científico y tecnológico del país. Por otra parte, en una charla sobre periodismo científico que organizó la semana pasada en la ciudad de Resistencia el Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Innovación (Iccti), el titular de ese organismo Juan Martín Fernández explicó que la provincia del Chaco tiene actualmente 53 investigadores de jornada completa cada 100.000 habitantes, un indicador que está muy por debajo de la media nacional que es de 123 cada 100.000 habitantes. Queda claro que el ecosistema científico-tecnológico chaqueño debe crecer y fortalecerse para poder abordar muchos de los problemas locales cuyas respuestas todavía no conocemos. Es que, como alguna vez dijo Isaac Newton, el conocimiento que tenemos es una gota de agua, pero lo que ignoramos es un océano. No caben dudas que nuevos conocimientos podrían ser de gran utilidad a la cadena algodonera, a la actividad forestal y otros sectores de la provincia que tienen un enorme potencial para crear empleos de calidad.

El 24 de noviembre de 2021, la Cámara de Diputados de la Provincia del Chaco sancionó la ley 3464-A que creó el Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Innovación, estableciendo así el marco legal e institucional "para el desarrollo de una política provincial de ciencia, tecnología e innovación". Según esa norma provincial, el instituto que hoy cumple un año, deberá "promover la aplicación del conocimiento científico tecnológico para mejorar las condiciones de vida en términos socio productivos, culturales, ambientales y educacionales; en línea con las políticas e instituciones nacionales de ciencia, tecnología e innovación, apuntando al desarrollo local y regional reduciendo la brecha del desarrollo tecnológico intra e inter provincial y motivando el interés por la ciencia, la investigación y la innovación en la ciudadanía chaqueña".

En rigor, en el mundo actual, el debate no pasa por saber si la ciencia, la tecnología y la innovación son o no fundamentales para la generación de riqueza de un país. Eso está fuera de toda discusión. En todo caso lo que se discute es qué sectores merecen recibir más inversión y apoyo del Estado y ameritan un buen trabajo de articulación con el sector privado. En ese sentido, la pandemia de Covid-19 confirmó la relevancia de la comunidad científica y el papel que jugó la financiación pública en los primeros trabajos de desarrollo, ensayos clínicos y producción de la mayoría, por no decir todas, las vacunas que hoy se emplean para luchar contra el Sars-Cov2.

Uno de los compromisos asumidos por el flamante Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Innovación es apoyar iniciativas que aporten solución a algunos de los desafíos sociales más urgentes en la región como el mal de Chagas, la desnutrición o el déficit habitacional; y, para eso, se trazaron ejes de trabajo para abordar distintas problemáticas relacionadas con enfermedades infectocontagiosas, aguas y efluentes, energías y viviendas sustentables.

Un documento publicado el año pasado por el Comité de Ciencia del Congreso de los Estados Unidos recomendaba apuntalar el trabajo de quienes hacen investigación de calidad, recordando que invertir en ciencia y tecnología es una especie de seguro que contrata un país con el objetivo de mejorar su economía en el futuro y la calidad de vida de su población.

Como señalamos ya en otras oportunidades en esta misma columna, es de esperar que en los próximos años se incremente la inversión pública en ciencia, tecnología e innovación y que ese apoyo permita abrir las puertas a una mayor inversión privada, como ocurre en la mayoría de las naciones desarrolladas.