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CARTAS DE LECTORES

Grieta y odio, dos palabras que tienen mucho detrás

Señor director de NORTE:
¿Qué nos está sucediendo? Hay que reaccionar ahora. 
 Preguntémonos quién o quiénes instalaron las palabras "grieta" y "odio" en nuestra sociedad, cuál fue su raíz. 
Si no es obligatorio está permitido, si está permitido se debe respetar, si no se respeta y se trata de imponer es autoritario y se convierte en dictadura, y la dictadura tiene como una de sus bases fundamentales al odio.
En democracia se propone, que es muy diferente a imponer. 
La grieta es algo inventado por gran parte de la clase política en su conjunto para mantenernos divididos y controlados, al menos desde el pensamiento, que no es otra cosa que una forma más de adoctrinar y someter. Lo están logrando a costa del divisionismo, y es lo que está haciendo padecer a nuestra sociedad. Pero resulta aún más grave el no tener la inteligencia para darnos cuenta. 
Tratan de dividirnos y que no prestemos atención a lo importante. Y si lo hacemos, que no lo creamos, que pensemos que el culpable es el otro, que existen demonios y enemigos que son los únicos responsables de nuestra situación actual. Siempre es el otro, pero —oh, casualidad— casi siempre estuvieron y están los mismos. 
En nuestro país quienes gobiernan, independientemente de los colores partidarios, generalmente toman decisiones y llevan a cabo actos que solo terminan perjudicando al resto, menos a ellos, quienes jamás pierden su estatus social sino todo lo contrario, lo mejoran día a día. 
Asimismo, hay que decir que esto no debe significar que la política es lo peor que nos puede pasar. Debemos tener la suficiente coherencia y sana crítica para darnos cuenta de que no todos son iguales y que generalizar es lo peor que nos puede pasar. 
No basta con el "que se vayan todos". De ninguna manera, deben quedarse y rendir cuentas de sus actos. El rol de la justicia, uno de los pilares fundamentales de una sociedad, no debe estar tan desprestigiado como está, lo cual es resultante de la contaminación que padece este poder por haberse incrustado uno de los peores virus que puede padecer la sociedad: se llama corrupción, y no significa solamente robar lo material, sino también hacerlo desde un adoctrinamiento feroz de un sector en contra del resto. 
La corrupción también puede ser mental. No es sólo lo que hacemos, sino también lo que pensamos. 
Jamás debemos permitir que nos quiten o impongan el derecho inalienable de pensar, decidir y accionar por nosotros mismos y teniendo como raíz principal nuestras convicciones y principios. 
Hoy la palabra "odio" viene a suplantar a la palabra "grieta". Solo debemos ser lo suficientemente inteligentes como para darnos cuenta de quiénes la fomentan. 
Los ciudadanos comunes, independientemente de cómo pensemos y votemos, seguimos nuestras vidas, nos cruzamos todos los días en las calles, en las escuelas, y en todo espacio público o privado, pero nos terminamos juntando muchos de nosotros en nuestras propias casas porque en definitiva somos familia. Los argentinos somos una gran familia, institución que heredamos de nuestros abuelos. Hoy la familia está dividida, la palabra familia fue desvalorizada, nos quieren imponer cómo hablar y hacernos entender que es de modernos elegir también lo que otros entienden es lo mejor para ellos, y que si no lo hacemos somos de lo peor. 
Por un lado, se profundiza la situación de quienes menos tienen y se les hace creer que pese a eso están siendo incluidos, cuando la realidad dicta que hoy la exclusión está más vigente que nunca, y por el otro lado instalan como única salida el irse a otro país. Nos llevan a los extremos más perjudiciales. 
No permitamos que nos digan qué pensar, qué decir, cómo, cuándo y dónde hacerlo, haciéndonos pensar que el resto de la sociedad está equivocada y que los mueve el odio, cuando la realidad dicta que en gran parte hoy nuestra sociedad es el fiel reflejo de nuestra clase política en su conjunto. Y cuando llegamos a esa conclusión, todo vuelve a cero porque también resulta a la inversa. En conclusión: hoy todos por acción u omisión somos responsables de lo que sucede y sus consecuencias. 
Las palabras no son malas, definen una cosa, una situación o una acción. 
Hemos escuchado que "odio" es mala palabra, pero parece ser que "grieta" no lo es y mucho menos lo es la palabra corrupción. Otra vez nos quieren imponer y decir qué y cómo pensar, y van más lejos, nos inducen a hacer lo que dicen repudiar. 
Se dice que el pueblo gobierna a través de sus representantes. ¿Llegó la hora de elegir mejor y comenzar a gobernar para el beneficio y unidad de todos por igual?
Utilicemos la condición humana más provechosa que tenemos, que es la razón. Razonemos y démonos cuenta de que de esta situación salimos de manera colectiva. Ahora bien, la decisión primero es individual para que después tenga un efecto multiplicador. 
Comencemos a cambiar como sociedad, este es el momento. 

GUSTAVO OLIVELLO 
RESISTENCIA