
Columnista
El poder del discurso del odio y sus consecuencias
Los argentinos vemos con cada vez más frecuencia cómo el discurso del odio se instala en la comunidad. Vemos cómo la búsqueda de la "eliminación" del otro que piensa distinto se funde como objetivo de grupos de personas sin valorar la disidencia como un espacio para generar alternativas de pensamiento.
Los discursos de odio, la discriminación y la incitación -qué son, cómo prevenirlos- deben formar parte de las agendas multilaterales y regionales para que las políticas y decisiones que se apliquen a nivel nacional puedan ser efectivas e influyentes. La provincia del Chaco no escapa a esta realidad, donde se hace cada vez más recurrente encontrar expresiones que se vierten con ensañamiento, y de las cuales no se obtendrá nada positivo si no las interpela. De esta manera, el éxito de la prevención sólo puede darse a través de políticas públicas democráticas y éstas, a su vez, deben contribuir a fortalecer la democracia y el sentido del bien común.
SUS MANIFESTACIONES Y CONSECUENCIAS
El discurso del odio suele utilizar y difundir información falsa, practicando y masificando la desinformación. Las redes sociales son plataformas que abonan, alimentan y aceleran esta problemática, aunque no la originan. Todas las formas de prejuicio se maximizan practicando este tipo de violencia, que puede despertar comportamientos contra figuras construidas del "otro", que puede llegar a convertirse en un "enemigo".
El Holocausto, al igual que otros genocidios, no ocurrió de la noche a la mañana. Ese suceso —que dejó hace ochenta años once millones de víctimas del pueblo judío, gitano, y de distintas etnias e ideologías— tiene que servir de ejemplo para reflexionar sobre lo dañino que es para los pueblos permitir el discurso del odio. Aquel desenlace fue la consecuencia de décadas de noticias falsas, propaganda y teorías conspirativas, creando un "otro" que hay que rechazar y eliminar.
Unos 34 años después del Holocauso, llegaría el capítulo negro de la Argentina que significó el golpe cívico-militar que instaló el Terrorismo de Estado. La Junta Militar puso entre sus objetivos perseguir y acabar con los que se oponían al régimen. El resultado es conocido, 30.000 desaparecidos, 500 niños nacidos en cautiverio, 300.000 exiliados. En el Chaco recordamos todos los 13 de diciembre a los once jóvenes militantes peronistas asesinados y otros cuatro desaparecidos en la Masacre de Margarita Belén.
Todos estos acontecimientos nos sirven para reconocer la gravedad del discurso de odio, y la necesidad que existe de la aceptación de las opiniones diversas. Memoria, verdad y justicia, son los pilares que favorecerán al avance del pueblo. Una mirada sensible y respetuosa sobre los fundamentos que esgrime el "otro" ante una necesidad, debe primar sobre la reacción descalificadora.
LA DESIGUALDAD Y EL PAPEL DE LOS MEDIOS
Entre los tantos factores que intervienen en este asunto, podemos mencionar también a la desigualdad como un desencadenante de prejuicios que se tornan en violencia discursiva contra el otro. Es común observar un sector de la población con mejores ingresos discriminar a los de un pasar más difícil perpetuando expresiones infundadas que estigmatizan y ensanchan la brecha de desunión entre las partes.
Mucho intentan las leyes antidiscriminación eliminar estos patrones de discurso, aunque un rol clave cumplen los medios de comunicación. Sin embargo, ante la presencia de medios hegemónicos que tienen el poder de unificar discursos positivos o negativos hacia un objetivo, es esperable que se reproduzcan estereotipos o valoraciones que agudicen la dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales. Los intereses ocultos disfrazados de objetividad conllevan a la instalación de noticias falsas que pocas veces son esclarecidas, y lo que es peor, contaminan el pensamiento de su público con el discurso del odio.
EDUCACIÓN Y HUMILDAD COMO CLAVES
Recorrido este camino, en mi experiencia como servidor público pude palpar cómo la educación es una de las claves para la solución de gran parte de los problemas de la comunidad. En este caso, en la prevención del discurso del odio también será un factor clave.
En las relaciones interpersonales, en tanto, la humildad permite acortar la distancia. Entender y empatizar con el otro es lo que permite entender sus necesidades. En cambio, entenderse superior al otro es lo que nos seguirá afectado como sociedad, socavando las relaciones sociales.
La problemática que da origen a este texto no se resuelve odiando, sino desde la aceptación de la individualidad del otro, aunque no se comparta su visión. No se puede resolver un conflicto a base de más división, sino uniendo fuerzas. Por ello es necesaria la autocrítica y analizar si seremos parte de la división o de la construcción. En este contexto de enfrentamientos, donde el diálogo se hace cada vez más difícil, ser constructores de unidad es el desafío.
(*El autor es embajador argentino en Paraguay y exgobernador del Chaco).

Gobernador de la provincia del Chaco.