Brasil: el hambre se dispara a niveles de la década de `90
Las personas hambrientas aumentan en 14 millones en un año, según una encuesta nacional realizada por la red Penssan, una alianza de investigadores académicos y ONG
Una encuesta nacional puso números al evidente aumento de personas sin hogar, de colas en los comedores de beneficiencia y de la ausencia de compradores en los comercios de primera necesidad en las favelas. Unos 33 millones de brasileños (16% de la población) no tienen qué comer, reveló la encuesta de la Red Penssan, integrada por investigadores académicos y oenegés.
Desde la pandemia, el hambre se ha disparado a niveles de hace tres décadas. Pero ni el coronavirus, ni el agravamiento de la crisis económica son los únicos factores que explican este brutal aumento del hambre.
Esta segunda encuesta nacional expone los desastrosos efectos del desmantelamiento de políticas públicas vitales para las familias pobres. Por ejemplo, el gobierno ha dejado de comprar a los pequeños agricultores para suministrar alimentos a las escuelas. Si los niños no van al colegio aprenden menos, pero también se alimentan peor, porque ya no desayunan ni meriendan.
La encuesta en más de 12.000 hogares repartidos por casi todo el vasto y desigual territorio del país fue realizada entre noviembre y abril pasados.
El cortometraje "La isla de las flores", de Jorge Furtado, realizado en 1989, da una idea del fenómeno del hambre en Brasil en esa época (y en la actualidad)
Nilson de Paula es investigador de Políticas Públicas, uno de los autores del informe de la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y así define el hambre: "Cuando un miembro de la familia deja de alimentarse, ya no queda comida ni tienen dinero para comprarla". El profesor de la Universidad Federal de Paraná recalca al teléfono desde Curitiba que "el hambre es un proceso".
Antes de que llegue el hambre, se multiplican las necesidades insatisfechas. Los 33 millones de brasileños con hambre son una parte de una población mayor, el de los 125 millones de brasileños que viven día a día sin saber si tendrán dinero o comida para desayunar, comer o cenar el día de mañana.
El favorito en las encuestas para las próximas elecciones, Luiz Lula da Silva, reaccionó a estos datos en su cuenta de la mañana en su cuenta de Twitter. Dijo que cuando llegó a la presidencia, en 2003, su "meta era simple: garantizar tres comidas al día para los brasileños". Y añadió: "Sacamos a Brasil del mapa del hambre, pero desgraciadamente nuestro país retrocedió".
Entonces la situación económica global, y de Brasil en particular, era mucho mejor, los años del boom de las materias primas. Pero, además, los gobiernos del PT dieron a las políticas contra la pobreza una prioridad altísima. El hambre cayó al 4,3%, según datos oficiales.
La recesión económica impulsó el descontento y la destitución de Rousseff. La economía brasileña lleva una década estancada y los siguientes gobiernos, promotores de recetas liberales, fueron desmantelando aceleradamente esas ayudas. El presidente Bolsonaro rebautizó la "Bolsa Familia", el programa más famoso y eficaz contra la pobreza, como "Auxilio Brasil" y duplicó el monto. A pesar de ello, no logra atraer apoyos entre los más pobres, según las encuestas.
El hambre no elimina la desigualdad, tiene género y color. La información de la encuesta muestra que el mayor porcentaje de hambrientos vive en una casa precaria, al frente del hogar está una mujer negra con varios hijos, y preferentemente viven en el campo, en el norte del país.
"Una sociedad marcada por una profunda desigualdad como la brasileña, no puede resolver el problema del hambre con la mano invisible del mercado. En los últimos años la negligencia del Estado ha sido determinante, con la precarización sistemática de las políticas públicas". Y la pandemia ha agravado el panorama. Además, la inflación está entre las más altas del mundo, golpeando especialmente a los que menos ganan.
Un tercio de la ciudadanía vive con menos de medio salario mínimo (1.212 reales, u$s 230). El hambre es un problema, sobre todo, de salario bajo, de ausencia de ingresos: "Entre los que ganan por encima de un salario mínimo, el hambre, la inseguridad alimentaria grave, es solo del 3%".