Los consensos necesarios
La mayoría de los argentinos considera que gran parte de los históricos problemas que plantean el crecimiento económico, el desarrollo con inclusión y la lucha contra la pobreza se podrían resolver si existieran acuerdos políticos de alto nivel. Sin embargo, un reciente sondeo realizado en todo el país reveló que casi ocho de cada diez consultados no cree que los principales dirigentes del oficialismo y la oposición sean capaces de obrar el milagro que necesita la Argentina: consensos básicos para salir del atraso.
la recuperación de la democracia, las principales figuras de los partidos políticos comprendieron que era necesario fortalecer acuerdos y vínculos de confianza para evitar el regreso a los años oscuros de la dictadura. Sin embargo, si se repasa la historia desde el 83 hasta nuestros días, se puede observar cierta dificultad para lograr grandes acuerdos. Hubo excepciones, sí, pero muy pocas.
En un seminario de Comunicación Política que se llevó a cabo la semana pasada en la ciudad de Cipolleti, Río Negro, el politólogo e investigador Mario Riorda, abordó la cuestión de los consensos. "Casi siempre cuando se avanza sobre (el tema) consenso, en general la retórica política trabaja sobre el qué, es decir sobre la temática que debiera ser acordada antes de ponerse a discutir; cuando gran parte de la teoría política dice que mientras se discute básicamente el qué, el principal elemento que bloquea, es decir el que produce disenso en los acuerdos no es el qué, es el cómo se discute".
"Por lo tanto, cuando nos ponemos a pensar cómo diseñamos el futuro, en realidad el obstáculo es cómo voy a discutir el diseño del futuro. Las formas para llegar al consenso son tan importantes como los temas del consenso. Es más, hay veces que son más importantes todavía. Las grandes transformaciones acarrean transacciones y negociaciones. Cuando son impuestas sin ceder, si luego ese gobierno pierde se vuelve a cero", agrega Riorda.
Es probable que las figuras más encumbradas de nuestros partidos políticos tengan dificultad para abandonar cierto etnocentrismo que, al parecer, predomina en esos espacios de participación. Esa tendencia a pensar la sociedad, el país y el mundo únicamente desde su propia perspectiva, lo que lleva inevitablemente a acercarse al diálogo desde una relación de superioridad. Mirar todo desde arriba, desde el mundo propio es algo que ocurre en todos los sectores. Cierta vez, un simpático animador de televisión que participaba de la transmisión de un partido de la Selección Argentina de Fútbol que disputó un encuentro en Córdoba, al finalizar la competencia preguntó, desde los estudios en la Ciudad de Buenos Aires, qué día "regresaba el plantel a la Argentina". Hay quienes aseguran que esa tendencia a colocar al grupo cultural o social de pertenencia en un centro imaginario del mundo es más frecuente de lo que se piensa y está presente en todas las geografías.
Sobre ese asunto, el recordado Carl Sagan hizo una observación en un programa de la televisión norteamericana cuando, en 1978, citó como ejemplo del etnocentrismo que advertía en la película La Guerra de las Galaxias. "El filme empieza diciendo que los hechos que narra ocurren en otra galaxia y luego el espectador puede observar que hay humanos. Y en la primera escena hay un problema porque los seres humanos son el resultado de una secuencia evolutiva única, que depende de muchísimos sucesos aleatorios improbables en la Tierra. De hecho, creo que la mayoría de los biólogos evolutivos coincidirían en que si reiniciaras la Tierra y dejaras funcionar esos factores aleatorios, quizás terminarías con unos seres tan inteligentes como nosotros, tan éticos y artísticos. Pero no serían seres humanos. Y eso hablando de la Tierra. Así que, en otro planeta, con otro entorno, sería muy improbable que existieran criaturas muy similares a nosotros, como las que dominan en La Guerra de las Galaxias", observó el astrónomo estadounidense.
El país necesita consensos básicos. No se trata aquí de negar la existencia del conflicto como algo inherente a la vida en democracia, pero no sería mala idea comenzar a dejar atrás los discursos agresivos, el mirarse el ombligo propio y, en lugar de eso, apostar más al diálogo, a la construcción de los acuerdos básicos que la mayoría de la ciudadanía reclama.