Perú: Sendero Luminoso entra (¿o lo hacen entrar?) en la disputa electoral
El presidente interino Francisco Sagasti dijo este martes que el asesinato de 16 personas, atribuido por las fuerzas armadas al grupo insurgente, “no quedará impune”; y exhortó a no usar la “tragedia nacional” con fines políticos a dos semanas de la segunda vuelta electoral presidencial.

La masacre, que incluyó a cuatro menores de edad y la quema de varios cuerpos, ocurrió la noche del domingo en una zona remota del centro de Perú donde se produce la mayor cantidad de cocaína del país.
Según el Ejército, el ataque habría sido perpetrado por una columna del autodenominado “Militarizado Partido Comunista del Perú”, que agruparía a remanentes de Sendero Luminoso y que estaría relacionado con el narcotráfico en la zona, según la policía.
“Estamos haciendo todo el esfuerzo para desplegar a la policía y las fuerzas armadas de tal forma de combatir eficazmente y eficientemente a esta plaga, a esta pandemia”, afirmó Sagasti. Perú vivió en las últimas décadas del siglo pasado un duro choque entre la guerrilla de Sendero Luminoso y las fuerzas armadas y la policía, en un conflicto en el que murieron o desaparecieron 69.000 personas, según cifras oficiales.
Su líder, Abimael Guzmán, fue capturado en el 1992 y el grupo prácticamente derrotado. Pero sus remanentes se replegaron en una región llamada Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), área del tamaño de Puerto Rico donde brindan seguridad a narcos y esporádicamente se enfrentan con fuerzas de seguridad.
La matanza se produjo a pocos días del balotaje presidencial del 6 de junio, en el que los peruanos elegirán entre el izquierdista Pedro Castillo, que marcha primero en los sondeos de intención de votos, y la derechista Keiko Fujimori. Ambos candidatos condenaron el accionar rebelde, intercambiando acusaciones.
Desde el inicio de la campaña electoral, Fujimori acusa a Castillo de estar vinculado con grupos insurgentes. Castillo reivindica su actuación en los grupos de campesinos “ronderos” que enfrentaron a esa guerrilla en la década del 90 para defender sus comunidades. Keiko es hija del encarcelado expresidente Alberto Fujimori, quien según sus seguidores habría “derrotado al terrorismo” durante su década en el poder, entre 1990 y el 2000.
En el lugar de la masacre se hallaron panfletos que instaban a los peruanos a abstenerse de votar en la segunda vuelta de las presidenciales del 6 de junio, según un comunicado del comando conjunto del Ejército, la Marina y la Aviación.
Naciones Unidas condenó “el asesinato” y expresó su solidaridad con las víctimas y sus familiares; e hizo un llamado a las autoridades para asegurar una investigación pronta y eficaz que lleve a los responsables ante la justicia. “En el marco del proceso electoral en curso, hacemos un llamado a todos los actores a actuar con responsabilidad, evitando discursos de odio que aumenten las tensiones”, dijo la ONU.
“Exhortamos a las fuerzas políticas a hacer un llamado unánime para promover la convivencia pacífica, el respeto al estado de derecho y a los derechos humanos en un momento de grandes desafíos para el país”, agregó.
Cerca de las elecciones
El ataque se produjo a menos de dos semanas de un balotaje presidencial, en el que los peruanos elegirán entre Castillo, que marcha primero en los sondeos de intención de votos, y la derechista Keiko Fujimori.
“Condeno abiertamente como hombre del campo y maestro la cobarde actitud de algunas personas que en un escenario político abusan del pueblo”, manifestó Castillo. “Insto a la policía para que haga las investigaciones inmediatas y dé con el paradero de los responsables”, agregó.
En otro evento proselitista, Fujimori rechazó “categóricamente” el ataque y lamentó que “nuevamente estén ocurriendo actos sangrientos en nuestro país. Los grupos terroristas quieren generar miedo; no debemos permitirlo”.
El general César Cervantes, comandante general de la policía, indicó que el alto oficial manifestó que de acuerdo al panfleto visto por la policía, los rebeldes hicieron “una limpieza de antros de mal vivir” en la zona, donde opera el narcotráfico y donde se conoce también que funcionan bares y prostíbulos. Perú y Colombia son los mayores productores mundiales de hoja de coca y de cocaína, según datos de Naciones Unidas.