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HOY SE VOTA EN EEUU

Crisis y razones de “la gran democracia del norte”

La erosión de la democracia en EEUU está ligada con la crisis y la polarización extrema de su sistema bipartidista, que en las dos últimas décadas minaron la tolerancia, afectaron la gobernabilidad y generaron altos niveles de decepción ciudadana respecto de sus instituciones.

Por eso, después de una administración que ha gobernado con frecuencia al margen del Estado de derecho e ignorando mecanismos de rendición de cuentas deben considerarse los desafíos que afrontan las agrupaciones políticas.

Joe Biden y Donald Trump.

EL SISTEMA DE ELECCIÓN

Las legislativas estadounidenses se rigen por un modelo pluralista de un solo ganador. A diferencia de muchas otras democracias con votación proporcional (con posibilidades de elegir varios candidatos según porcentaje de sufragios), este sistema promueve el esquema del winner-takes-it-all por distrito electoral, donde quien gana lo gana todo y quien pierde lo pierde todo.

Parte de la alta polarización política en EEUU se debe a esa regla. Las legislativas se hacen en 435 pequeños distritos, de los que saldrá solo un ganador de uno de los dos partidos, haciendo que el voto de otros no cuente.

Así, la mayoría de los escaños del Congreso están asegurados para uno u otro partido, mientras unos pocos están abiertos a la disputa electoral o varían de una elección a otra.
Así las cosas, las competencias electorales se concentran únicamente en algunos de ellos, que se convierten en campos de batalla a vida o muerte porque de ellos dependerá la mayoría en el Congreso.

Lo mismo ocurre en la elección presidencial, pues los estados también se rigen por el winner-takes-it-all para los electos del Colegio Electoral; y ocurre, por ejemplo, que, en los comicios de 2016, Trump los ganó por obtener todos los votos electorales de los estados pendulares como Michigan, Pensilvania y Wisconsin, de donde salió victorioso por solo 0,2, 0,7 y 0,8 puntos porcentuales, respectivamente.

AUSENCIA DE FILTROS PARTIDARIOS

El sistema de nominación de candidatos en las primarias o caucuses de ambos partidos eliminó el rol de la estructura partidaria que antes del modelo de primarias tenía mayor control en la nominación de candidatos, seleccionados de una lista con potencial para ser electa.

Aunque las primarias surgieron como un intento de democratizar la nominación de los candidatos, presentan el problema de que limitan la capacidad de filtrar la aparición de extremistas, demagogos o incluso antidemocráticos, como el caso de Donald Trump, que difícilmente hubiera sido considerado por la estructura partidaria republicana.

DIVISIONES CULTURALES Y RACIALES

La polarización en el sistema de partidos difícilmente puede reducirse a una división ideológica entre conservadores y liberales, sino que intervienen importantes divisiones identitarias y raciales producto un país crecientemente diverso. Cada partido representa actualmente grupos sociales completamente distintos, pudiendo incluso hacerse un mapeo claro de diferencias raciales y culturales de cada uno. En los años 50, el 90% de la población era blanca cristiana, y se estima que para 2024 lo será menos del 50%.

Esa población está afiliada mayoritariamente al Republicano, mientras el Demócrata aglutina en particular a la población blanca urbana y educada y a muchas minorías étnico-raciales.

La mezcla de divisiones ideológico-partidarias con diversas identidades sociales y étnicas convirtieron las batallas entre partidos en una lucha existencial por el “deber ser” de EEUU y por quién es realmente estadounidense. Todo ello perjudica los fundamentos de la convivencia democrática.

INFLUENCIA DEL DINERO

Una de las labores permanentes de partidos y candidatos es la recolección de fondos para hacer frente a los altos costes de las campañas electorales: cada vez más, tanto Demócratas como Republicanos se financian con el apoyo de mega-donantes que buscan algún beneficio cuando su candidato llega al poder.

Esto produce un importante desfase entre los intereses de los votantes y los privados de los financistas que respaldaron las candidaturas, desvirtuando la respuesta a los problemas de las mayorías.

POLARIZACIÓN ASIMÉTRICA

Si bien ambos partidos tuvieron movimientos importantes en el espectro ideológico, el Republicano giró proporcionalmente más hacia la derecha que lo que el Demócrata ha avanzado hacia la izquierda.

El Republicano se ha convertido al culto radical trumpista, según los expertos “un partido conservador autoritario, alejado de los tradicionales partidos de centro-derecha”.

Respecto de los principios democráticos y la de protección de los derechos de las minorías, el Republicano está calificado como un partido radical de derecha y antidemocrático, compartiendo espacio con el AKP de Erdogan en Turquía y o el Fidez de Hungría (conocido por la discriminación de migrantes musulmanes).

Las parlamentarias de 2018 y el proceso electoral en curso demostraron que, si bien en el Demócrata generó líderes socialdemócratas como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, su eje sigue dominado por centristas o ultramoderados, que son los que dominan el electorado y lo mantienen como partido de centro.

Contrariamente, en el Republicano se han extinguido los líderes moderados, que pudieran balancear las narrativas discriminatorias y racistas del gobierno de Trump, sus abusos de poder, el uso de los recursos del Estado en su propio beneficio, el ataque a los medios de comunicación o las presiones al sistema de justicia y otras afrentas a la democracia.

Los congresistas republicanos abdicaron de la supervisión y control del Ejecutivo, sea por comulgar ciegamente con el líder, o por temor a convertirse en blanco de los ataques del presidente, lo que afectaría a sus posibilidades de reelección.