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Turbulencias en EEUU ponen en guardia al resto del mundo

Un nuevo sobresalto sacude a la economía mundial. La caída del Banco de Silicon Valley, que hasta hace poco era considerado uno de los más seguros de Estados Unidos, encendió las alarmas y generó interrogantes sobre la solidez del sistema bancario norteamericano y las posibles repercusiones en la economía global. Aunque el presidente Biden aseguró que no hay motivos para preocuparse y anticipó que impondrá nuevas regulaciones, la comunidad internacional sigue de cerca la evolución de la crisis.

¿Hay razones para seguir de cerca lo que sucede con la crisis bancaria en Estados Unidos? La respuesta es sí. Se trata de la mayor caída de un banco desde el colapso de Lehman Brothers en 2008. Además, algunas voces advierten que la potencia del norte redobla sus esfuerzos para que su política financiera y fiscal, sumado al fuerte gasto en defensa por la guerra en Ucrania permita hacer frente a las tormentas impredecibles que puedan aparecer en el camino. En rigor, las turbulencias aumentaron en los últimos días tras la quiebra de dos entidades: la primera caída fue la del Silicon Valley Bank y luego se produjo la del Signature Bank. Frente a ese escenario, la administración Biden, actuó con rapidez. El mandatario brindó una conferencia de prensa para llevar tranquilidad y afirmó que el sistema bancario norteamericano "es sólido" y que los depósitos "están protegidos". Pero el recuerdo de la caída de Lehman Brothers está todavía muy fresco en muchos actores del sistema financiero y por eso los más desconfiados temen que pueda haber un efecto contagio. Para algunos analistas, se trata de dos hechos aislados y, por lo tanto, no hay razones para temer una crisis que escale a nivel global. Sin embargo, hay quienes prefieren no bajar la guardia y para sostener esa decisión señalan que en las últimas horas se registraron caídas de las cotizaciones en bolsa de otras entidades que operan a un lado y otro del Atlántico. En la ancha avenida del medio, como se definiría por estas latitudes, están quienes opinan que hay que manejarse con mucha prudencia, ya que se trata de la segunda mayor quiebra bancaria en la historia de Estados Unidos. Y hay algo que está claro: los dueños de los bancos quebrados manejaron mal sus negocios y, entonces, surgen preguntas. ¿Quién se hace cargo del salvataje?, ¿De dónde salen los recursos para devolver el dinero de los depósitos?, ¿De los fondos públicos? Los derrumbes financieros de Asia Oriental, Rusia y Turquía, entre otros, mostraron la capacidad de los grandes jugadores para salir indemnes de la crisis mientras el peso del esfuerzo caía sobre los eslabones más débiles. Dicho de otro modo, quienes generaron la crisis apelan a la intervención del Estado con lo cual, sin decirlo, están pidiendo que toda la sociedad se haga cargo de las pérdidas mientras los beneficios se quedan en bolsillos de unos pocos. Este tipo de situaciones se vienen repitiendo desde el momento en el que sector financiero se consolidó como eje central de la economía global, tras lograr una fuerte liberalización y desregulación de los mercados financieros y del sector financiero. Pero todo indica que la administración Biden ha optado, en este caso, por otro camino ya que, según el mandatario, el dinero del rescate "procederá de las cuotas que los bancos pagan por el seguro de depósitos". No obstante, y debido al peso de Estados Unidos en la economía global, no son pocos los que se preguntan cuánto tiempo más puede seguir dedicando enormes esfuerzos al conflicto bélico en Ucrania y al mismo tiempo surfear la crisis bancaria desatada por la política de la Reserva Federal para frenar la inflación.

Y como en este siglo XXI el mundo es un pañuelo, es de esperar que nuestro país pueda salir airoso del enorme desafío que representa hacer frente a los condicionamientos impuestos por el Fondo Monetario Internacional en tiempos en los que una crisis en EEUU amenaza con hacer soplar vientos aún más fuertes para la economía global. Ojalá que esta crisis, que genera incertidumbre entre inversores, no se traduzca en una caída en los flujos de capital hacia la Argentina, que ya viene lidiando con el aumento de las tasas de interés dispuesta por EEUU lo que hace más difícil financiar la pesada deuda externa.