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Carencias educativas

Algo no funciona bien en el sistema educativo argentino.

De cada 100 estudiantes, menos de la mitad llegan a sexto grado en el tiempo estipulado para esa etapa y con los conocimientos básicos en Lengua y Matemáticas. Pero sería apresurado responsabilizar sólo a la escuela del problema. Aunque suene a frase hecha, es el conjunto de la sociedad el que debe asumir el firme compromiso de devolver el prestigio a las aulas.

Para poder hacer las transformaciones necesarias, primero hay que saber identificar las carencias para luego pensar alternativas de soluciones. Según los datos que arroja un nuevo informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, sólo 43 de cada 100 alumnos argentinos llegan a sexto grado en el tiempo esperado y con conocimientos satisfactorios en las dos asignaturas mencionadas. Un gran problema, por cierto. Pero lo que nos debería preocupar a quienes vivimos en esta provincia, es que el Chaco figura entre las jurisdicciones con las cifras más desalentadoras.

Se tiende a pensar que este tipo de cuestiones sólo compete al mundo escolar y eso es un grave error. La educación es transversal a toda la sociedad. No es ningún secreto que las empresas necesitan -cualquiera sea el rubro al que pertenecen- trabajadores con una buena formación básica y se vive mucho mejor en las ciudades en las que todos respetan las reglas de tránsito. No es casualidad, por ejemplo, que los países escandinavos registren los menores índices de siniestros viales. Es porque en esas naciones la figura del maestro tiene un merecido reconocimiento social, es decir, toda la sociedad comprende que la labor docente es fundamental para el futuro de sus hijos y para el bienestar de la comunidad. Por eso mismo, la docencia es una de las profesiones mejor retribuidas. Pero de nada sirve tener maestros bien remunerados si los padres están convencidos que tienen el derecho a insultar o agredir incluso físicamente al docente, como ha ocurrido en los últimos años en distintas localidades de nuestro país. ¿Qué enseñanza se puede ofrecer a un niño que observa que sus padres no respetan a un maestro?

En esta columna, en reiteradas oportunidades, se ha hecho hincapié en la necesidad de promover un mayor respeto a las reglas de tránsito a fin de prevenir siniestros viales que, cuando se multiplican en un lapso breve de tiempo, repercuten en la atención del sistema público de salud. ¿Existirá algún vínculo directo entre las carencias educativas que padecemos y la falta de apego a las normas básicas en la vía pública? Es posible que así sea. ¿Tendrán alguna relación esas carencias en lengua con los múltiples problemas de convivencia que sufrimos? Al fin y al cabo, como dijo alguna vez un filósofo, vivir con doscientas o trescientas palabras, recurriendo a comodines y frases hechas, empobrecería no sólo la explicación de la realidad, sino la misma realidad percibida. ¿Será por eso, tal vez, que se han puesto de moda los cortes de calles y rutas, sin importar de dónde provenga el reclamo, que puede ser tanto de desocupados como de sectores favorecidos por las bondades de nuestro suelo? ¿Acaso somos lo que decimos o podemos expresar? ¿Y qué pensar cuando es la dirigencia misma la que se ha quedado corta de palabras y repite consignas o frases hechas que suenan bien pero no resuelven el problema de fondo?

La buena educación nunca defrauda. Una sociedad que apuesta a la mejor formación de sus hijos siempre tendrá más herramientas para enfrentar con éxito los desafíos que plantea un mundo cada vez más demandante.

Para finalizar, vale la pena compartir interrogantes y reflexiones que Emilio Tente Fanfani ofrece en su libro "La escuela bajo sospecha": "¿Puede pensarse hoy la escuela por fuera de las dinámicas económicas y políticas que perpetúan la desigualdad?", se pregunta el autor y advierte que la educación para todos, aquel esfuerzo iniciado hace algunas décadas por abrir las escuelas a cada vez más niños, niñas y adolescentes, no ha logrado disminuir la desigualdad social. "Asediada por demandas excesivas y muchas veces contradictorias, la institución escolar ya no está fuera de toda sospecha, sino que pesa sobre ella una insatisfacción social difusa acerca de lo que hace", sostiene Tente Fanfani. Hay que decir que, lamentablemente, tiene mucha razón.