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Luchas y conquistas de las mujeres

Un día como hoy, hace 46 años, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designaba oficialmente el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer en homenaje a las trabajadoras que, en marzo de 1908, perdieron la vida en un incendio intencional ocurrido en una fábrica textil de Nueva York.

Las víctimas de aquella trágica jornada habían iniciado una huelga con permanencia en sus lugares de trabajo para reclamar una reducción de la jornada laboral, además de mejoras salariales y para que se ponga fin a las penosas condiciones en las que desarrollaban sus tareas en las fábricas. La situación de esas mujeres no era muy diferente a las de otras del resto del mundo en los albores del siglo XX. En esos años la mujer no era considerada ciudadana con plenos derechos en casi ningún país. Sociedades extremadamente rígidas impedían su emancipación en los planos jurídico, político y civil, y el hecho de pasar de la tutela paterna a la del esposo estaba tan arraigado que, por ejemplo, en nuestro país recién en la década del 20 del siglo pasado esa tradición familiar comenzó a ser cuestionada cuando mujeres como Elvira Rawson, Alicia Moreau y Julieta Lanteri, deciden asumir un activo protagonismo en una sociedad conservadora que se resistía a los cambios. Como antecedente merece destacarse la figura de Cecilia Grierson, que fue la primera mujer que egresó de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, en 1889, cuando no solo esa casa de estudios sino casi todos los ámbitos de trabajo, de la vida social y política estaban dominados exclusivamente por varones. De hecho, hubo que esperar hasta 1947 para que en nuestro país se reconociera la igualdad de derechos políticos entre mujeres y varones con la sanción de la ley nacional 13010 de sufragio femenino impulsada por Eva Perón. Hasta ese momento, el marco normativo vigente otorgaba el derecho a la participación política, es decir el voto, únicamente a los varones.

Si bien muchas cosas han cambiado en todo este tiempo, las luchas y conquistas de las mujeres tienen todavía mucho camino por recorrer. Un reciente informe elaborado por la Organización Internacional del Trabajo revela que, a nivel global, el acceso de las mujeres al empleo, las condiciones de trabajo y las diferencias salariales apenas han mejorado en las dos últimas décadas. Y, en ese sentido, en nuestro país la situación no es alentadora. Un relevamiento realizado por el Observatorio de Género del Centro de Economía Política Argentina señala que "las mujeres siguen teniendo menor tasa de actividad, mayor desocupación, y cuando acceden al trabajo, lo hacen en empleos de menor calidad y en sectores de menor ingreso". Y en el segmento joven de la población, las mujeres "presentan una tasa de desocupación de 16,6 por ciento contra 14,3 por ciento en los varones". El documento, además, advierte que las estadísticas oficiales se continúan elaborando a partir de categorías que no muestran las diversidades en los principales indicadores socioeconómicos.

Retomando el documento de la Organización Internacional del Trabajo, el mismo advierte que la brecha laboral es especialmente grave en los países en desarrollo, donde la proporción de mujeres que no pueden encontrar un empleo alcanza el 24,9 % en los países de renta baja. Por otra parte, el informe observa que las responsabilidades personales y familiares, incluido el trabajo de cuidados no remunerado, afectan en forma desproporcionada a las mujeres. Estas actividades pueden impedirles no solo tener un empleo, sino también buscarlo activamente o limitar su disponibilidad para trabajar con poca antelación. Estos criterios son necesarios para ser considerado desempleado, por lo que muchas mujeres que necesitan un trabajo no se ven reflejadas en las cifras de desempleo.

Los desequilibrios de género en el trabajo decente, agrega la OIT, no se limitan al acceso al empleo. Aunque el empleo vulnerable está muy extendido tanto para mujeres como para hombres, las mujeres tienden a estar sobrerrepresentadas en ciertos tipos de empleos vulnerables. Por ejemplo, es más probable que las mujeres ayuden en sus hogares o en los negocios de sus familiares que trabajen en forma independiente.

El conjunto de la sociedad debe acompañar los cambios que sientan las bases para el reconocimiento de derechos de las mujeres, contribuyendo con la construcción de una comunidad más comprometida con la erradicación de las relaciones desiguales de género.