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Más ingenio para suplir las carencias

Se dice que una persona es ingeniosa cuando tiene la capacidad de imaginar soluciones a los problemas que se le presentan a partir de los conocimientos que posee y los recursos que tiene a mano. En una sociedad con tantas carencias como la nuestra es necesario formar a las nuevas generaciones en oficios y profesiones que promuevan la capacidad de encontrar respuestas más inteligentes a desafíos que presentan problemas como la sequía o las inundaciones, la pobreza o la necesidad de nuevas fuentes de energía entre otros de una larga lista de retos que deben resolverse para mejorar la calidad de vida de la gente.

Es de ingenuos esperar obtener resultados diferentes haciendo lo mismo una y otra vez. La frase se atribuye a Albert Einstein, pero hay quienes aseguran que, en realidad, esas palabras nunca salieron de la boca de quien es considerado el científico más importante del siglo XX. De todos modos, la idea sirve para plantear la necesidad de buscar soluciones más imaginativas para hacer que las cosas funcionen de la mejor manera posible. André Ricard, el diseñador industrial que tuvo a su cargo la creación de la antorcha de los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 suele recordar que el diseño es hacer que las cosas que utilizamos funcionen lo mejor posible. El concepto bien podría aplicarse también al diseño de políticas públicas. En ese sentido, vale la pena detenerse en otras de las observaciones de Ricard cuando señala, por ejemplo, que los aciertos duran y los desaciertos desaparecen rápidamente, o cuando afirma que lo que funciona bien es tan discreto que no llama la atención. 

La referencia al diseñador español en esta columna que propone la búsqueda de soluciones ingeniosas para suplir las carencias de nuestra región no es casual. A partir de este año en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Nordeste se podrá cursar la licenciatura en Diseño Industrial, una carrera que busca aportar a la comunidad nuevos profesionales que trabajen en la generación de valor en sectores de la industria agroalimentaria o forestal, entre otras actividades de nuestra región que todavía ofrecen al mercado productos sin valor agregado. El año pasado, cuando se presentó la carrera, las autoridades de la casa de estudios destacaron la importancia de agregar calidad al diseño de los productos que elabora la industria local. En otras palabras, hay que promover mejoras en toda la cadena productiva. A nuestro país le fue bien cuando apostó únicamente al modelo exportador de materias primas de origen agropecuario sin valor agregado. Pero eso fue en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. El mundo actual muy poco tiene que ver con aquella realidad, de manera que hoy la clave está en el agregado de valor y en la incorporación de diseño en todo el entramado productivo. Basta mirar lo que ocurre en el mercado internacional del café: Suiza no tiene en su territorio ni siquiera un metro cuadrado con ese cultivo, pero es el segundo exportador mundial del producto, con todo lo que eso significa en términos de ingresos y trabajo para los suizos. ¿Cómo puede ser que Colombia, siendo uno de los principales países productores de granos de café a nivel global, obtenga menos ingresos que Suiza por exportaciones del mismo producto? La diferencia está en que mientras el país latinoamericano se esfuerza por colocar su materia prima estrella en el mercado internacional tal como lo cosecha, es decir vender los granos en bolsas; en el país helvético la estrategia consiste en importar ese mismo grano sin tostar, para luego agregar valor y diseño en toda la cadena productiva. Así, mientras Colombia continúa con la venta de una de sus principales materias primas sin procesar, Suiza logra multiplicar el precio del café de la mano de empresas que basan su modelo de negocios en la venta de máquinas y cápsulas que contienen grano de café molido que el consumidor puede utilizar para preparar una infusión que, dicho sea de paso, es una de las tres bebidas más consumidas en el mundo. Es decir, con ingenio los suizos lograron suplir la falta de granos de café y hacer muy buenos negocios con el diseño de cápsulas y máquinas. Colombia, en cambio, optó por seguir haciendo lo mismo de siempre: vender los granos en bolsa.