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Impacto de la pandemia en la economía familiar

¿Cómo hicieron las familias para atravesar, desde el punto de vista económico, los momentos más duros de la pandemia? Según una encuesta nacional realizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) la mayoría de los hogares del país se endeudaron para hacer frente a gastos de alimentos y medicamentos.

relevamiento, que se basó en 5.200 casos de distintas localidades del país, reveló que el 70 por ciento de los hogares contrajo deudas para poder mantener gastos del día a día, fundamentalmente para que no falten medicamentos ni comida. El trabajo de investigación estuvo a cargo de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (Idaes-Unsam), con el apoyo de la Cepal y se llevó a cabo entre los meses de marzo y junio de este año.

El sondeo, además, reveló que casi la mitad de las familias encuestadas empleó el dinero obtenido de préstamos para cumplir con otras obligaciones como impuestos, servicios y expensas. También para financiar deudas previas. Por otra parte, cerca del 45 por ciento de las personas consultadas dijo que destinó ese dinero a saldar tarjetas de crédito, el 30 por ciento explicó que tomó deuda para pagar el alquiler del lugar donde vive y el 25 por ciento, para pagar cuotas de establecimientos educativos de gestión privada y empresas de medicina prepaga.

Queda claro que la crisis desatada con la pandemia golpeó con dureza las economías familiares, en un país como la Argentina en el que la mayoría de los hogares con ingresos fijos carece de capacidad de ahorro, sin olvidar que según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos en julio pasado en nuestro país se necesitó unos 21.800 pesos por persona para no ser víctima de la pobreza. Una familia tipo, en tanto, necesitó poco más de 67.500 pesos por mes para no quedarse debajo de la línea de pobreza.

La crisis sanitaria impactó en todo el mundo, pero en la Argentina la debilidad estructural de su economía más el alto endeudamiento externo sumaron condimentos para formar una tormenta perfecta en tiempos de pandemia. Por un milagro no se registraron hechos de tensión creciente en las calles, pero el resultado de los últimos comicios revela la existencia de un malestar social que persiste y que debe ser un llamado de atención.

La falta de equidad es otro de los problemas graves que hay que resolver. Si bien es un fenómeno global, preocupa que la movilidad social ascendente haya desaparecido prácticamente del mapa argentino. El economista francés, Thomas Piketty, autor del libro “El capital en el Siglo XXI” advierte que la desigualdad creció en el casi todo el mundo hasta llegar niveles que son comparables con sociedades de hace más de 200 años, cuando la riqueza y la posición social heredadas predominaban por encima de las oportunidades.

En 2019, antes de la irrupción de la pandemia, el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), titulado “¿Un ascensor social descompuesto? Cómo promover la movilidad social”, publicado por el Foro Económico Mundial, detalló la situación en las distintas regiones del mundo. En el capítulo dedicado a la Argentina decía que un niño que nace en un hogar pobre necesitaba al menos seis generaciones para mejorar sus condiciones de vida. Para llegar a esa conclusión se analizaron distintas variables relacionadas con los ingresos, la posibilidad de acceso a una vivienda digna y a servicios de salud, entre otros factores considerados indispensables para garantizar cierto grado de movilidad social ascendente. Esa realidad, lamentablemente, no cambió lo suficiente como para decir que es un problema superado de nuestra sociedad, que además viene de padecer el año pasado una fuerte caída en los puestos de trabajo por la pandemia. Si bien los últimos datos de la economía muestran señales de una lenta pero sostenida recuperación, es necesario que se promueva la reinserción laboral, tanto de jóvenes trabajadores, como de las personas mayores de 45 años que son las franjas de la población que más sintieron el impacto en el mercado del trabajo.

La falta de empleo y de horizontes para las nuevas generaciones pueden tener consecuencias económicas, sociales e incluso políticas. De ahí la importancia de sumar los esfuerzos de todos los sectores para que vuelvan las oportunidades que, con educación y esfuerzo, abren las puertas al progreso de las familias.