
Columnista
Coqui Ortiz: "Vivo en un estado latente por escribir nuevas canciones"
Un referente de la canción en la provincia abrió la ventana virtual para charlar sobre su proceso creativo y su relación con la escritura.
Poeta de la canción hace referencia estricta al género de la poesía dentro de la canción. No es un género menor o que vaya por fuera de la canción. Poeta de la canción no es una definición al azar, Coqui Ortiz hace tiempo que viene escribiendo letras para amigos que le acercan sus melodías. El camino había dado inicio al revés: poetas le habían confiado sus poemas para que él los musicalizara. Sin embargo, en el último tiempo, son músicos como Matías Arriazu, Juan Quintero, Luis Salinas, Germán Kalber, Juan Mora, Patricio Hermosilla, entre tantos otros de la región y del país, los que confían en él. "Tengo mucha música para poner letra y eso es algo que me gusta mucho. Más allá de las otras canciones, donde hago todo el proceso solo; es decir, el de escribir la letra y poner música. El tiempo de pandemia, de encierro, no fue especial, porque tengo una rutina caótica que siempre me permite estar creando nuevas cosas", explica Coqui.

A lo largo de los años, Coqui editó tres discos “Coqui Ortiz en grupo”, “Parece Pajarito” y “La palabra echa a volar en el canto”. Esto da cuenta de una parte de su vida musical. En la charla, reconoce que su fase creativa siempre está activa. "Siempre estoy a la pesca de una historia para escribir. Vivo en un estado latente por escribir nuevas canciones. Tengo miles de archivo de borradores, retazos de letras o músicas para desarrollar. Tengo acopiadas muchas cosas que me gustaría ir plasmando en futuros discos. Algunas canciones que ya están terminadas las fui agrupando con determinadas estéticas o improntas, así puedo hacer un disco temático, por ejemplo, donde el eje es el chamamé", comentó. De esta forma, Coqui adelantó que está en proceso de terminar un disco con el objetivo de que antes de fin de año pueda entrar a circular.
—Una vez Mario Trejo dijo que el proceso de escritura es corazón caliente y cabeza fría. ¿Cuál es tu proceso para escribir?
—Este pensamiento del corazón caliente y la cabeza fría es una descripción gráfica interesante. El corazón es el receptor de lo que siento, de lo que me atraviesa, de lo que me emociona, es el que capta las cosas que nos pasan día a día. Hay veces que una imagen que uno ve en la calle, una situación de vida de alguien que se acerca a contarnos, esa materia prima es el disparador para volcar en un papel lo que después queremos transformar en un poema o una canción.
El momento de sentarse, esto de la cabeza fría, es cuando para mí, en realidad, comienza un juego. Empieza la parte lúdica para elegir las mejores palabras o las palabras que son mejores para cada ocasión. Ahí nace la diferencia entre lo que es contar nomás una historia, o pintar un hecho para que trascienda.
Los poetas nos hacen ver otras cosas que no advertimos en un paisaje o en un acontecimiento determinado. El lenguaje nos atraviesa y nos permite decir las cosas de una manera más honda o subrayar determinadas ideas. Al proceso de creación algunos lo llaman trabajo, pero yo prefiero llamarlo juego, porque ahí uno va acomodando las piezas para crear una canción o un poema. A veces puede pasar que te gusta mucho un verso, pero tenés que dejarlo fuera o darlo vuelta para poder cerrar una idea o la línea de una canción.
—¿Te pasó alguna vez tener que borrar versos o reescribir toda una canción, resignando palabras que te gustaban?
—Sí. Me ha pasado incluso con canciones ya completas. Había escrito una canción que comencé a cantarla en distintas presentaciones, pero con el tiempo revisé la letra, comencé a tirar un hilo de cada verso y fui desarmando todo. Estiré tanto el hilo, que terminé creando una canción nueva que reemplazó a la primera. Ahí es donde hasta el sentimiento puede quedar muy atrás, muy lejos, casi olvidado en una tarde donde había despertado.
Para mí llamar juego al proceso creativo le otorgar ese aire de libertad absoluta que tiene, libertad que se traduce en pasar horas, a veces, tratando de crear algo y no llegar a ningún puerto. A veces solo quedan estelas de esos juegos. En ocasiones quedan cuatro versos en dos estrofas y con eso puedo volver a crear.
—Teniendo en cuenta estos movimientos de la creación, ¿te acordás cuál fue la primera canción que escribiste o si hay una que considerás como tu primera canción?
—Sí, hay una canción que la considero la primera, porque está en los registros. La primera vez que escribí algo estaba en el colegio secundario, por ahí conservo algo de aquel tiempo, de esa etapa rescato la intención de ir hacia un lugar. Pero con los recursos que tenía no sobrevivió al paso del tiempo. Volviendo a lo que decía antes, jugué mucho para llegar a publicar algo. Hay autores o autoras que tienen otro talento y quizás a los 16 o 17 años escriben buenos versos, este no fue mi caso. Recuerdo que escuchaba mucha música en la adolescencia y leía mucho. Esos fueron los motores, por lo que quise echar mano a la creación con los recursos que tenía.
—Pero volviendo a esta primera canción, ¿cuántos años tiene? ¿A qué etapa de tu vida pertenece?
—Hay algo que nunca (hago) y que con el tiempo se tornó una costumbre. No pongo fechas a las creaciones. Jamás les puse fecha. En un momento, cuando era muy jovencito, se me ocurrió que eso que estaba haciendo podía tener valor de aquí a diez años. Sin importar la fecha de creación. Hay momentos que guardo en la memoria de cuando hice algunas canciones. Sin embargo, no puedo precisar fechas.
Cuando publiqué el primer disco, allá por 2002, el proceso previo a grabar -que arranca del 98 y se extiende hasta 2002- fue como el tiempo de decisión para afinar la puntería y hornear el pan. En ese disco están Esta herida abierta sobre el mundo y Chamamé que se eleva, creo que son esas las primeras canciones. Aunque hubo otras canciones que incluso quedaron afuera de ese primer disco.

—Hurgando en tu biografía encontré que junto con Germán Correa habías empezado a relacionarte con poetas antes de que con Aledo Meloni. ¿Hubo otros más, anteriores a Germán? ¿Cómo fueron tus inicios?
—Germán fue para mí un compañero muy importante. Pero quisiera mencionar aquí también a Gustavo Viñas y a Bosquín Ortega, ellos fueron como mis hermanos mayores en el mundo de las letras. Compartí muchas tardes con ellos, alimentaron mi sed por la lectura que también lo traía de mi casa, de la mano de mi hermano.
Con Gustavo Viñas llegué a componer cosas, a mediados de los 90, trabajábamos en la recuperación del Cine Teatro Obrero. Ahí habíamos hecho un cantobar. Teníamos una carta de 300 canciones del cancionero popular. La gente iba a comer o tomar algo y podía pedir una canción. La primera entrada que hacíamos era con canciones propias, ese era un momento de crear y compartir con Gustavo Viñas, momento que recuerdo como algo muy importante. Hacíamos cosas espontáneas y muchas canciones que hicimos ahí quedaron en ese lugar. Gustavo me confiaba letras y yo alcancé a musicalizar algunas obras.
Tiempo más tarde, ya a fines de los 90, aparece Germán. Él me abrió un panorama de análisis y de estudio de lo que hacía, me facilitó muchos recursos y me ayudó mucho a escribir. Además me dio herramientas para corregir lo que estaba escribiendo. En el primer disco hay canciones que hice con Germán.
—El año pasado viajaste al exterior, has estado en muchas partes del país; pero a partir de tus canciones uno percibe que tu lugar de pertenencia es Resistencia. ¿Es así? ¿Por qué?
—Totalmente, mi lugar es acá. Pero creo que también los lugares lo hacen los afectos. Hay muchos autores que le escriben a la ciudad donde viven o a su provincia, en mi caso a la ciudad tengo mucho para reclamarle. No es fácil vivir acá. Siempre ha sido duro vivir de lo que uno hace, he trabajado en otras cosas y dejé porque pienso que cumplí un ciclo. Necesito dedicarme de lleno a un montón de cosas que tenía relegadas. No idealizo ni voy a romantizar la ciudad. Además no me gusta mucho viajar, cada vez que viajo extraño mucho y cuando estoy afuera cuento los días para volver. Del hecho de irme, lo que más me gusta es regresar. A veces se piensa que cuando uno viaja muchos la pasa bien. Sin embargo, a mí me ha pasado de estar ante lugares hermosos y disfrutando un lugar solo, pensando en lo lindo que sería estar con los míos en ese paisaje. De todos modos, disfruto mucho de conocer a los amigos.
— Mañana, junto con Juan Mora, estarán recordando al poeta Aledo Meloni, que es indisoluble de tu vida musical, ¿cómo te llevás con eso?
—Me llevo muy bien con eso. Aledo me dejó muchísimo. Le debo una vida entera a la amistad que me brindó en la vida. Por un lado, Aledo nos dejó una gran enseñanza. El me llevaba 60 años: nació en 1912 y yo nací en 1972. Un día me acerqué a su casa para conocerlo, había comenzado a leerlo, esa poesía sencilla pero determinante. Hay sentencias, una sabiduría en el modo de ver las cosas que trasciende lo cotidiano. Aledo me abrió las puertas de su casa y de su amistad. Él vivía con mucho entusiasmo las cosas que hacíamos juntos. En ese contexto yo me preguntaba cómo sería yo cuando tenga 80 años y se me aparezca un joven de 20 años a querer decirme algo. Él puso de relieve el encuentro entre distintas generaciones. Unió generaciones en una convivencia armónica, se borraban el tiempo y las generaciones. Vivió de un modo ejemplar, era crítico con las cosas que no le gustaban, se daba cuenta cuando la gente hacía las cosas si se hacían bien o mal. Me encuentro ante este nuevo aniversario de su cumpleaños leyendo sus textos, lo tengo siempre presente, descubro nuevos senderos y me encuentro también con Paloma (hija) leyendo y descubriendo cosas que a mí se me pasaron por alto. Así que posiblemente se vengan nuevas creaciones desde ese lugar.
—En muchos casos la poesía va por carriles distintos que la canción, llegó a vos donde estos géneros van de la mano, ¿qué significa ser poeta de la canción?
—Sucede que para mí la canción es un género muy valioso. Toda nuestra cultura está atravesada por la canción. La canción viaja de diferentes maneras y es interpretada de múltiples formas. Aledo Meloni decía: “La palabra echa a volar en la canción”. La canción sucede en cada momento de nuestras vidas. La poesía hecha canción habla también de la palabra en función de la música. Esa palabra que escuchada con la música abre otros senderos.
Desde el viento
Letra de Coqui Ortiz
Música de Mario Díaz
Qué cosa es el amor, mis compañeros,
Un vértigo templado en las ausencias
La tarde que se fuga de las penas
Y rueda como lluvia en campo abierto
La hoja suspendida en un abismo
Tan hondo como el corazón del agua
Y ahora es un murmullo en la mirada
La música creciente de los niños
Ya sé que somos algo tan pequeño
El simple desconcierto de un latido
La breve circunstancia del destino
Y ahora es esta sed, si la recuerdo
Yo puedo comprender lo que me dice
Entiendo del relámpago sus formas
La cruel intervención de los aromas
Y sin embargo ahora ella decide
Son suyas las ventanas que ahora miran
El sur remolineando en las veredas
Es suyo todo el viento que me lleva
El alma, entre las hojas, repartida
Tal vez no sea parte del misterio
El gesto inexplicable de estos días
Si ahora me nombrara yo diría
Que un ángel me remonta hacia otros cielos
Yo digo que el amor, mis compañeros,
Es esta infinitud que tiene el río
Que suena y nos ofrece su cobijo
Y fluye en la mañana de los sueños
Ahora me despido desde el viento
Dejando el corazón, más que poesía,
Y todo lo sonoro de mi vida
Ahora que la nombra hasta el silencio .
