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Hacia una comunidad libre de contaminación sonora

La cultura del estruendo, lo que más cuesta cambiar

En Resistencia se intensifican controles a puestos informales que comercializan pirotecnia. 

“Este año no va a haber pirotecnia”, afirmó esta semana el subsecretario municipal de Industria y Comercio. Durante una recorrida de control por avenida Sarmiento, Sergio Vallejos planteó que “la gente se va a tener que acostumbrar a celebrar de otra manera; existen otras formas de festejo”. En diálogo con NORTE se refirió a los dispositivos explosivos y también a los disparos al aire con armas de fuego.

Como en la mayoría de las capitales provinciales del país, en Resistencia rigen fuertes regulaciones a la comercialización y el manejo.

Desde 2017 una ordenanza (7.453) prohíbe la venta en la vía pública -se haga en puestos fijos o ambulantes- y los productos -nacionales o extranjeros- sin registro en la Dirección General de Fabricaciones Militares.

Sergio Vallejos, subsecretario municipal de Industria y Comercio.

Vallejos explicó a NORTE que varias áreas del municipio coordinan acciones de inspección, advertencia y persuasión.  

“Tenemos varios instrumentos sobre ruidos molestos, artificios de estruendo, habilitación, controles a productos (origen de fabricación, presentación), prohibición de venta por menores de 14 años”, detalló.   

Por lo que luego de años de vigencia en las reglamentaciones anticipó que “se va a secuestrar lo que esté fuera de ley”.  

Difícil y arraigado  

El funcionario reconoció que varios vendedores informales alegaron la necesidad de sustentar a su familia y cómo en medio de una profunda crisis económica poner límites a la actividad se dificulta.

Vallejos se enfoca en avanzar a la par en un cambio de hábito, admitiendo que “lo cultural es lo más importante a revisar y que se puede ver a diario con la pandemia, lo que más cuesta es darse cuenta de que un comportamiento individual tiene consecuencias que atraviesan a toda la sociedad”.

Los efectos perjudiciales son ampliamente conocidos y no está de más reiterarlos. Los productos explosivos afectan a las personas con discapacidad y a los animales; si se manipulan mal pueden provocar lesiones, que en algunos casos pueden ser muy graves. “Solo cuando se tiene un familiar con discapacidad o una mascota, recién se toma conciencia”, comenta.

“Ni hablar de los que usan armas de fuego. Alguien que sabe del tema nos explicó que las balas perdidas descienden con más velocidad que con la que suben. Estas son cuestiones que lamentablemente exceden a las personas alcoholizadas”, analizó.