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Altos niveles de glifosato e insecticidas amenazan la vida acuática en toda la cuenca del Paraná

Un nuevo informe de científicos del Conicet publicado en el exterior alerta sobre altos niveles de toxicidad en lecho y aguas de los ríos Paraná y Paraguay.

Los autores advierten que las concentraciones de glifosato e insecticidas provienen del modelo agrícola vigente y amenazan la vida acuática. Los registros confirman lo advertido en una publicación anterior, difundida en julio.

La cuenca del Paraná es la segunda más importante de Sudamérica después del Amazonas.

En aguas y en el lecho de los ríos Paraná y Paraguay se encontraron grandes concentraciones de insecticidas como endosulfan -de uso prohibido en el país desde 2013-, cipermetrina y clorpirifos.

El informe publicado por la revista internacional Environmental Monitoring and Assessment lleva la firma de Alicia Ronco -fallecida en noviembre- y Damián Marino, entre otros especialistas del Conicet.

El monitoreo detectó una contaminación superior a los límites establecidos para la protección de la vida acuática. Los resultados provienen de muestras tomadas en 2010 y 2012 en 22 puntos de las cuencas, en un trabajo en el que colaboró personal de Prefectura Nacional, con logística y traslado de los científicos.

El uso de pesticidas

En las muestras se hallaron altos niveles de plaguicidas usados para la práctica agrícola en territorios próximos al Paraná. Cipermetrina, endosulfan y clorpirifos encabezan los indicadores de contaminación.

Los tres registran niveles superiores a los recomendados para la seguridad de la vida acuática, ‘con una mayor afinidad por los sedimentos’, señala el trabajo. A las tres sustancias se suman otros 20 plaguicidas en concentraciones relativamente bajas.

Para todos los casos en las conclusiones se señala que son consecuencia de la introducción de cultivos biotecnológicos y técnicas de siembra directa.

Puntos con mayor concentración

Marino explicó que los resultados de las muestras obtenidas en varios tramos del curso del río se demoraron en la difusión porque demandó una discusión científica previa.

La publicación de monitoreos de estas características implica la interpretación de resultados de manera integral y, necesariamente, una rigurosa evaluación de pruebas por parte de especialistas internacionales. La mayor concentración de insecticidas se halló en la costa santafesina, en zonas cercanas a Coronda, Carcarañá y San Lorenzo.

“También se detectó contaminación en el Bermejo y el Pilcomayo. Esto podría deberse a la producción agrícola que se hace aguas arriba en Paraguay”, señala, donde el uso de agroquímicos es muy similar al de Argentina.

Los tiempos

El agua moviliza los pesticidas desde las zonas de producción hasta el caudal de estos ríos y los sedimentos demuestran la presencia de los insecticidas. “Que hayamos encontrado pesticidas también en el agua muestra que hay contaminación más reciente. El sedimento representa una matriz ambiental que provee información más en el tiempo y la historia, y posiblemente hable de los procesos de acumulación de insecticidas al actuar como un sumidero. Las concentraciones detectadas en la columna de agua, hay que remarcarlo, superan los niveles recomendados para la supervivencia de la vida acuática”

El uso de plaguicidas se multiplicó por nueve

El aumento del uso de plaguicidas en un 900% en dos décadas es otro de los aportes de los investigadores. “La agricultura intensiva aporta cargas significativas a los afluentes en los tramos medio e inferior y estos luego llegan al curso de agua principal.

A pesar de que hay diluciones y descargas, el nivel de concentración es tal que los productos se pueden detectar en la corriente de agua. Estos hallazgos exponen la necesidad urgente de regular la aplicación de pesticidas en la cuenca”, recomienda el trabajo. En julio el periodista Patricio Eleisegui (en su blog http://el-galo.blogspot.com.ar/) y el portal Adelanto 24 advertían que la totalidad de la cuenca del río Paraná estaba altamente contaminada con el herbicida glifosato o AMPA, su degradación.

El modelo

Uno de los investigadores del nuevo registro advierte que es necesario implementar en forma urgente de un programa de monitoreos de alcance nacional que permita conocer al detalle la situación ambiental de los principales cursos de agua.

“Los últimos muestreos fueron realizados con un gran esfuerzo de la Prefectura Nacional y un subsidio de la Universidad Nacional de La Plata, pero no ha habido una decisión política gubernamental de sostener este tipo de monitoreos”, describe Damián Marino.

“Hay que retomar estos trabajos de manera urgente en tanto vivimos en un país agroproductivo en el que todos los años se vierten al ambiente millones de litros de plaguicidas. Y también hay que comenzar a promocionar seriamente políticas de producción sostenibles como la agroecología”, plantea.

Los cuestionamientos

A mediados del año pasado, el equipo encabezado por Ronco y Marino reveló la presencia de concentraciones elevadas de glifosato en el mismo río Paraná. Un informe anterior fue ignorado por las autoridades.

Empresas como Aguas Santafesinas SA negaron los resultados del monitoreo del Conicet. La nueva evidencia reaviva no sólo la discusión en lo que hace a la calidad del insumo básico: vuelve a colocar en el epicentro de la polémica el modo en que se está llevando a cabo la producción agropecuaria en la Argentina y cómo, por efecto de las prácticas consagradas, la presión ambiental atenta contra la seguridad misma de los ecosistemas en general. Fuente: http://el-galo.blogspot.com.ar/, contacto: [email protected], en Twitter: @Eleisegui

Los tipos de tóxicos

Para la Organización Panamericana de la Salud (OPS) la cipermetrina es muy tóxica para peces y abejas, y recomienda evitar su uso en cursos de agua. En el desarrollo y comercialización de la sustancia están las firmas Atanor, Bayer, Dow, DuPont, Monsanto y Nidera, entre otras.

El producto en combinación con otros pesticidas se relaciona con casos de polineuropatías tóxicas y trastornos en el sistema nervioso periférico como el denunciado por Fabián Tomasi, exempleado de una compañía fumigadora de Basabilbaso, Entre Ríos.

El clorpirifos es el insecticida más utilizado en la actividad agrícola local. Dow, su desarrolladora, fue multada en 1995 y 2003 por ocultar casi 250 casos de intoxicación con ese agroquímico sólo en los Estados Unidos y continuar publicitando al insecticida como producto “seguro”.

Ya en 2011, un estudio de la universidad norteamericana de Columbia vinculó al insecticida con numerosos casos de niños afectados con retrasos mentales y físicos en zonas cercanas a Nueva York.

Por último, el endosulfan es un insecticida catalogado como “muy peligroso” por el mismo Senasa, y su uso se encuentra vetado en más de 60 países -Unión Europea incluida- por generar desde cáncer hasta deformidades congénitas pasando por desórdenes hormonales, parálisis cerebral, epilepsia y problemas en la piel, los ojos y las vías respiratorias, entre otros males.

En la Argentina, su utilización está prohibida desde mediados de 2013. Indicadores de pesticidas detectados en aguas y sedimentos del Paraguay-Paraná y sus frecuencias de aparición según el año de muestreo.